Diversidad

De hermanos y de nuevas familias

29 de junio del 2011

Era un mes de julio. Hacía calor y yo acababa de volver de unos campamentos; 15 días durmiendo en tienda de campaña y pasándomelo bomba. Volvía cansada, mucho, y con ganas de llegar a casa. Mi madre me vino a buscar al lugar donde llegábamos y me dijo que teníamos que pasar por casa de mi padre, que él tenía ganas de verme. Protesté; estaba adolescente perdida, cansada, con ganas de ducha y de encerrarme en la habitación con el teléfono en las manos para hablar con las amigas que acababa de dejar y comentar lo bien que nos lo habíamos pasado en aquellos campamentos, que fuerte lo que había pasado, o que «mono» que era aquel o aquel otro. (¡Sí, lo del teléfono fue la perdición de mis pobres padres! Menos mal que todavía no exisitían los móviles…).

Mi madre no me hizo caso. «Le he dicho que iríamos, nos está esperando», insistió. Cuando llegamos, yo iba de morros. Quería ir a casa y no estaba para visitas. «De acuerdo, pues ya nos damos prisa», Dijo mi padre molesto por mi actitud, «es que tenemos que decirte algo». Aquí ya mostré un poco más de interés y cambié la cara de adolescente a quien todo le pesa, por la de cierta curiosidad. «Tendrás un hermanito». Aluciné en colores. ¡No me lo esperaba! Llevaba 15 años siendo hija única y 10 reclamando un hermano a mis padres y a sus respectivas parejas. Estaban separados desde hacía siglos y yo quería, deseaba, tener hermanos. Fui tan feliz entonces, que me pasó el cansancio, las ganas de ducha, de teléfono y las diez mil gilipolleces que en aquel momento me parecían importantes. Tendría un hermano, no me lo podía creer.

El día que nació mi hermano Manel, el mayor, el que ahora tiene 20 años, fue un día doblemente especial. Fui feliz de tenerlo en brazos y lo amé desde el minuto 1. Cuando salíamos del hospital de verlo por primera vez, mi madre me dijo: «Te tenemos que decir una cosa: tendrás otro hermanito». Lo tengo que confesar, este ya no me hizo tanta ilusión. Mi ego podía soportar dejar de ser la princesa de una casa, ¿pero de las dos? Eso ya no lo llevaba tan bien. ¿Que mamá ya no sería sólo para mi? Se me puso un poco al revés, la verdad. Era como si a las dos casas de mis padres, hubiera entrado la maternidad y paternidad como un huracán que cambió las cosas tal y como yo las conocía hasta entonces. Joan, el que pronto cumplirá 20, nació y cuando lo tuve en brazos y me miró, lo amé también desde el minuto 1 a pesar de haberme destronado. Esto de los reyes, las princesas y vaya, eso de los celos, da igual la edad que tengas. Por eso entiendo tan bien a los niños pequeños y cómo se sienten cuando les llega un hermano. Yo tenía 15 años, es cierto, pero no era mucho más madura y probablemente, sentí algo muy similar a lo que sienten ellos. Con una diferencia, yo sabía qué era, podía identificarlo y canalizarlo. Ellos sienten celos y no saben qué son, ni cómo llamar a lo que sienten, ni qué hacer con ellos.

La cuestión es que en poco tiempo me vi rodeada de pañales, de noches sin dormir y de juguetes tamaño 6 meses en las dos casas donde yo vivía. Fue extraño, no lo negaré. Al cabo de dos veranos más después del de los campamentos, nacía mi tercer hermano, que cumplirá 18 dentro de poco. Y para mí somos 4. Cuando me preguntan: «¿Tienes hermanos?» Digo siempre: «Sí, somos 4«.

Pero ¿por qué os cuento todo esto? Pues porque a veces parece que las «nuevas» familias que surgen, con hermanos de aquí y de allá, dan un poco de miedo. La mía fue de las primeras en formarse de este modo en el lugar donde vivíamos. Quiero decir que ahora esto es más que normal, pero entonces, os aseguro que no lo era, y cuando lo contaba a mis amigas ponían unos ojos como platos. Aquel verano, el del cansancio, el de los 15 años y la adicción al teléfono, nunca me habría imaginado que acabaría amando tanto a mis tres hermanos. Estos tres chicos ya, a quien he visto crecer, a quien he llevado a la playa y a esquiar, a quien he cambiado los pañales y con quienes hemos hablado de chicas y de la vida en general. Todos y cada uno de los momentos en que sentí celos y me costó adaptarme a tanta situación nueva han valido la pena. Yo no sería ni quién soy ni como soy si no hubiera sido también por ellos, y sobre todo, por mis padres, los biológicos, que decidieron volver a entrar en la maternidad/paternidad con sus nuevas parejas 15 años después de haber pasado por ello por primera vez.

Mis hermanos me han enseñado que hay muchos tipos de amor, y que el de «hermanos» también es muy especial, comparable a nada. Que llevarnos tantos años de diferencia no ha supuesto ningún obstáculo a ese amor que siento por ellos. Estoy contenta de haber vivido a su lado su infancia, pero también su adolescencia. Verlos crecer también me ha ayudado a tomar conciencia de lo que implica tener hijos, lo que implica ser padre o madre. Quizás por eso, o seguramente por eso, me apasionan tanto todos estos temas. Tener hermanos me ha enriquecido y ahora lamento si alguna vez hice sentir culpables a mis padres por haber tenido más hijos. No sé si lo hice, pero podría ser, porque los celos hacen hacer muchas cosas, aunque tengas 15 años o 45.

Por eso desde aquí os vuelvo a decir, crear nuevos vínculos, formar nuevas familias, juntarnos con alguien que ya tiene hijos… no tiene que darnos miedo siempre y cuando haya amor a raudales. Si estos vínculos son sólidos, sanos y fuertes, enriquecerán siempre a los hijos. Y algún día, quizás dentro de mucho tiempo, cuando ya ni siquiera penséis en estas cosas, ellos tomarán conciencia de ello. Igual que hice yo en su día.

PD: En la foto, mis hermanos y un amigo (el de la izquierda) un fin de semana hace años, que los llevé al Pirineo. Nos lo pasamos bomba.

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Míriam Tirado

Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

4 comentarios

  1. Això de parlar de noies… jo no t’he deixat gaire… ajajja però bueno la veritat és que ho intentes dia rera dia. Et reconec l’esforç! 😉

  2. Miriam, m’agrada molt com escrius. Ets sincera i directa.

    A mi m’encanta tenir fills adoptius (germans dels meus fills) i una jove i una filla adoptiva amb un gendre adoptiu i … a més a més de nevots i germanes i …

    Nuri

    1. Manel, tens tota la raó, amb tu no hi ha hagut manera!!! 😉
      @madrescabreadas Me encanta esta sensación, la de que nunca voy a estar sola. Me gusta que te haya gustado!

      Nuri, gràcies per les floretes. Tu també podries explicar una bona història de «noves famílies», eh! Una abraçada!!!

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