heroinas

Madres: heroínas cotidianas

Lidia era el primer día que se quedaba sola con su hijo, un bebé de un mes. Hasta ahora, el padre había podido estar con ellos y todo había sido muy, muy fácil. Hoy, para Lidia, digamos que empezaba «la hora de la verdad» y de alguna manera, le apetecía. Quería saber si lo conseguiría, si sería capaz de estar tantas horas con su bebé sola y si le gustaría, si sería feliz. Sentía como una especie de nerviosismo. Sabía que ahora debería calcularlo todo mucho mejor porque, por ejemplo, antes de sentarse a dar el pecho a Jack, debería pensar en coger el vaso de agua porque ahora no estaba su compañero a quien pedir «¿que me traes un vaso de agua, por favor?».

Ayer le había repetido diez mil veces «antes de irte mañana, piensa en dejarme la maxi-cosi montada en el cochecito, que quiero salir a probarlo un poco». Prácticamente no lo habían usado. Siempre que salían, porteaban a Jack en la bandolera, pero hoy Lidia tenía ganas de saber manejar ese trasto y quería salir por el barrio e ir a comprar pan. Era su gran misión: ir a comprar pan.

Cuando abrió los ojos ya eran las nueve y media pasadas. Tenía un niño de los que por la mañana, no tenía prisa por despertarse. Que dure, pensaba ella. Estaba contenta de estar sola con su hijo. De tener que espabilarse, y también (por qué no decirlo), de tenerlo sólo para ella. Esa hora de la mañana era la mejor porque el niño estaba pletórico. Antes de levantarse de la cama, hacían siempre teta y holgazaneaban un poco, y ella le besaba y le miraba las manitas y pensaba «qué deditos más bonitos que tienes»

Entre una cosa y otra, hasta las 12h no estuvo listo para su gran reto: poner al niño en la maxi-cosi e ir a comprar el pan. Estaba nerviosa. ¿Y si nada más salir empezaba a llorar porque quería volver a mamar? ¿Y si al cabo de nada se volvía a hacer caca? Tenía miedo de que en plena calle y un poco lejos de casa, el niño empezase a llorar… Cogió la bandolera y la puso en la cesta, por si acaso. Respiró hondo y salió.

Pasar por la puerta de entrada de su casa fue todo un estrés. Las ruedas eran enormes y no era una tarea fácil. Lo consiguió. Le quedaba el ascensor y salir del portal. Lo volvió a conseguir. Antes de salir a la calle, Lídia ya sudaba.

Entre las hormonas del posparto y el esfuerzo que tenía que hacer para maniobrar ese cochecito con apariencia de tractor le habían sacado los colores y ahora tenía otra duda «¿me he puesto desodorante?».

Cuando finalmente estuvo en la calle, se sintió una triunfadora. Iba por la acera empujando el cochecito con su bebé de un mes dentro que dormía y se sentía como una heroína. Miraba arriba y abajo para ver si se encontraba con alguien… Tenía ganas de que todo el mundo viera qué niño tan guapo había parido, y de que vieran lo bien que se las arreglaba ella sola desde que su marido había vuelto al trabajo. Pero no conocía a nadie de los que pasaban. Lástima.

Dejó de pensar en todo esto cuando se dio cuenta de que estaba haciendo sufrir más sacudidas de lo recomendable a su hijo. Y es que las aceras ¡NO estaban adaptadas! No había rampas por ninguna parte y tenía que hacer una fuerza de brazos que ahora sí había visto que no tendría que volver al gimnasio. Además, no dominaba nada como bajar el dichoso cochecito de la acera: «me tenía que haber fijado más cuando veía cochecitos por la calle y estaba embarazada!», Pensaba…

2 minutos más y ya estaba en la panadería que tampoco tenía rampa. Hizo como pudo el escalón de entrada y ya casi agotada dijo «uno de quilo cortado, por favor». Menos de un minuto y ya tenía lo que quería, la gran misión prácticamente estaba finalizada. Pagó y el niño todavía dormía. No se había cagado, no había llorado pidiendo brazos. Todo bajo control. Estaba contenta pero a la vez, todavía expectante.

Salió. Podría pasear un poco más, todavía era temprano. Podría aprovechar e ir a comprar un poco más, o ir a mirar un sujetador de lactancia una talla más grande, que los que llevaba, la agobiaban… Pero hoy no se sentía fuerte como para arriesgar tanto. Paso a paso, se dijo, y decidió volver a casa.

Cuando consiguió entrar en el portal, subir con el ascensor y entrar en casa, ya volvía a sudar y constató que quizás no que no se había puesto desodorante. Tampoco había hecho tanto esfuerzo, pero aquellos nervios de madre primeriza le habían hecho sudar con un olor que ella no recordaba haber hecho jamás! Desabrochó su hijo, lo cogió en brazos y se sentó en el sofá. Él todavía dormía. En total, había sido sólo un suspiro, pero ella por hoy ya tenía bastante.

La misión estaba cumplida y con éxito. Quizás sí que con un poco de nervios, sudor y más baches de los que serían necesarios, pero es que todo era nuevo para ella y por hoy, ya estaba bien de emociones «fuertes»! Mientras miraba a su hijo y olía aquel fuerte olor que ella desprendía se puso a reír de cómo algo tan simple, que ha visto hacer mil veces a amigas, a desconocidas por la calle, a su hermana… podía ser tan estresante para ella el primer día. Entonces decidió no menospreciar nunca a ninguna madre. Nunca ni bajo ningún concepto.

 

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 comentarios

    1. Hola, Mo!
      Sí, absolutament esgotadores… I són d’aquelles coses que recordes tota la vida, oi? O que quan un dia veus una mare primerenca suant tinta per muntar el cotxet dius… «aquesta era jo fa 3 anys!», i t’hi sents més unida! 🙂
      Petons

    1. Totalmente de acuerdo, Zary… Y lo de poner la Maxi-Cosi en el coche? Dios… la primer vez casi me quedo clavada de la espalda de tanto mirar por dónde demonios se tenía que pasar el cinturón! jajaja… En fin… cosas de la vida maternal! 😉
      Besos

  1. jejejej quina gràcia, jo tinc que dir que vaig néixer ensenyada per portar cotxet, era el que més m’agradava!!!!! em passava hores al carrer anant a munt i a vall pel centre de Manresa i el Joan va ser un bebè que pel matí dormia molt i podia fer les feines de casa i a mig matí tots dos a passejar!

    1. Hola, Pilar!
      Així que t’agradava…? Que bé! Devies ser una crack (i ets encara perquè encara en portes!) de pujar i baixar voreres, oi? Perquè a Manresa, d’adaptades, més aviat poques! Jo recordo que els primers dies (no exagero) vaig agafar agulletes! Devia ser l’estrès! 😉
      Petons

  2. Termine de leer este post y recorde lo facil que fue para micon ayuda de mi esposo estar con mi bb todo el dia en casa y atender a mis pacientes ademas, soy psicologa, pero hoy a los 7 mesesde mi bb y con mas actividad a cuestas xq este nuño es apurado y quiere abdar cuando aun no gatea bien y esta en crisis de frustracion y ha conenzado a morder. Me sentia heroina hoy siento que vuelvo a empezar y ahora con el stress de ya no coincidir en q hacer al respecto con mi esposo. Creo que me pindre doble dosis de deshodorante jijij.

  3. Hola Miriam te sigo todo el tiempo, soy de Colombia y tengo dos hijos: uno de 4 años y uno de 6 meses y es muy duro pero muy gratificante, ellos son una bendición y por ellos lo que sea. Un abrazo

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