Insomnio

Insomnio

Octubre 2009

El embarazo, de alguna manera, te prepara un poco para las noches de sueño interrumpido. Los primeros tres meses, de repente y a pesar de tener mucho sueño a todas horas, por las noches parece que se desvanece y hay ratos en que estás despierta como si fueran la una del mediodía. Bueno, pues eso es un buen entrenamiento para las madrugadas de sueño interrumpido que vienen durante el puerperio. Al menos a mí.

Sueño y sueño y de repente, siento que se mueve y que parece que me busque … Me toca con su cuerpo, normalmente con un poco de nerviosismo, señal inequívoca de que tiene hambre. Me abro la camiseta, la acerco y mama. A veces consigo seguir durmiendo y casi ni me doy cuenta de cuánto tiempo está al pecho ni de cuando suelta el pezón. Otros, en cambio, cuando empieza a mamar mi cuerpo se activa, se despierta. Algunas noches la causa es que estoy incómoda con la postura, que tengo frío en el pecho o que se me duerme el brazo. Pero otros es porque he ido a dormir con alguna preocupación … Y, oh sorpresa, de noche se hace mucho mayor. Y cobra vida. Y mientras doy el pecho, sin quererlo y sin terminar de ser consciente del todo, mi mente intenta resolver cosas que no se pueden resolver de noche y menos aún, dando el pecho. Pero en aquel momento me da igual, como si de ello dependiera mi vida, y empiezo a buscar soluciones, o a imaginar conversaciones que seguramente nunca se producirán. En definitiva, busco respuestas para echar esa pequeña preocupación que, a las tres, las cuatro o las cinco de la madrugada se ha ido haciendo mayor hasta llegar a tales dimensiones que ya me es muy difícil volver a conciliar el sueño. Y doy vueltas en la cama hacia un lado y hacia otro, intentando sin éxito hacer fuera de mi cabeza tantos pensamientos. A veces, justo cuando parece que me puedo volver a relajar y que mi cuerpo empieza a relajarse para volver a conciliar el sueño, me doy cuenta que ha pasado muuuuucho rato (dos horas, por lo menos) y que mi hija vuelve a tener hambre. Me vuelvo a abrir la camiseta, la acerco al otro pecho y mama. Con un poco de suerte, de tan cansada y con la ayuda de su ritmo al mamar y de las fantásticas hormonas de la lactancia, me vuelvo a dormir.

Cuando esto ocurre, por la mañana me levanto ya agotada, como si me hubieran estafado una noche de sueño. Me duelen las piernas. Y miro el día que me queda por delante y me pregunto si lo aguantaré. Y. .. oh, sorpresa, siempre lo aguanto.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

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