Los niños nos entienden más de lo que parece

10.5.2012

Era un viernes por la tarde, me parece. Me acababa de enterar que había muerto la madre de una amiga. «Estan en el tanatorio», me dijeron. No soy de las que van a estos lugares a dar el pésame, más bien me abstengo y hago saber que estoy, que les acompaño, de otra manera. Pero aquella vez, aquel viernes por la tarde sentí la necesidad de ir. Quería verla y abrazarla, decirle que lo sentía mucho y que la acompañaba en aquel terrible trance.

Pero ese día no tenía manera de que nadie se quedara con Laia. Ella, con un año y cinco meses, me miraba mientras yo decidía si íbamos o no, si era conveniente o no llevarla a un tanatorio lleno de gente triste… La decisión no me era fácil, no me había encontrado nunca en una situación similar, no sabía qué era lo mejor. Pero yo sólo sentía que quería ir, que tenía que ir. Me decidí: «Nos vamos», le dije a Laia, y mientras me la sentaba en mi regazo para ponerle los zapatos le dije: «Me tienes que acompañar a un lugar. Tenemos que ir a ver una amiga mía. Una amiga que está triste y le quiero ir a dar un beso». No le dije gran cosa más, sabía que me había entendido por la cara que puso.

Mientras íbamos hasta el tanatorio yo no lo acababa de ver claro. Temía estarme equivocando, llevar a Laia a un lugar que no era el adecuado,… pero sólo sería un momento, el tiempo justo para abrazar a mi amiga, apoyarla, y volver a casa. Mientras conducía le dije: «Laia, si ves gente triste no te preocupes. No tiene nada que ver contigo. Las personas mayores a veces también nos ponemos tristes, y lloramos…». «Sí», dijo. Con un tono de «entendido». Como si no hiciera falta que dijéramos nada más. Se lo agradecí porque en el fondo, yo ya no sabía qué más decir…

Entramos y estaba lleno a rebosar. Enseguida Laia dijo: «a úpa» y la cogí. Para ella, mucha gente y un lugar desconocido. Le dije al oído: «vamos a dar un beso a mi amiga que está triste y nos vamos, ¿vale?» Volvió a asentir. Yo estaba nerviosa. Por el lugar, por el momento, por tener a Laia en brazos en un lugar donde no había ningún niño, por miedo de haberme equivocado… Finalmente la vi. Después de hacerle dos besos e interesarme por cómo estaba le dije a Laia: «es mi amiga» y ella, Laia, automáticamente se inclinó por darle un beso. Era evidente que lo había entendido todo… Estaba seria, como supongo que había visto al resto de personas que estábamos allí. Se mantuvo en silencio, tranquila y en brazos todo el rato que estuvimos allí. Como si fuera una personita mayor, con un saber estar que me maravilló…

Volvimos a casa y en el trayecto en coche le dije que me sabía que la había llevado a un lugar más bien aburrido y sin niños con quien jugar, pero que le agradecía que me hubiera acompañado. Que me había hecho feliz poder ir a ver a mi amiga. Por la noche, cuando la ponía a dormir me prometí que nunca más subestimaría su grado de comprensión, y que nunca más volvería a tener miedo de llevar a Laia a ninguna parte. Porque ella me había demostrado que con la información necesaria de adónde íbamos y por qué, sabía perfectamente cómo comportarse. A veces, lo único que hace falta, es que nosotros, los padres, confiemos en que nos entienden más de lo que pensamos… y que les permitamos demostrárnoslo.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

8 comentarios

    1. Sí… semblava que hagués captat tota la intensitat del moment i actués en conseqüència… I allà la vas conèixer 😉

      Una abraçada!

  1. Qué buen post Miriam. Me siento muy identificada porque cuando mi hijo tenía 1 año y poco también tuvimos que ir al tanatorio ante el fallecimiento de mi abuela y también dudé qué hacer con él. Mi marido quería acompañarme y mis suegros no estaban en ese momento así que no teníamos con quien dejar al peque por lo que nos lo llevamos.
    Mi error fue no decirle a donde íbamos y lo allí iba a encontrar pero creí que era demasiado pequeño para entenderlo. Lógicamente en el tanatorio estábamos la familia y si bien la pérdida fue un duro trance para todos también era algo esperado pues mi abuela llevaba muchos años enferma por lo que había tristeza contenida pero mucha serenidad.
    Cuando llegamos mi hijo se puso a jugar como niño de 1 año que era, correteando de un lado para otro y parloteando con su lengua de trapo algo que ciertas personas vieron como una falta de respeto. Mi marido estuvo casi todo el día en la calle con él, a pesar del día tan horrible que hizo (estábamos en noviembre), pero las malas caras de ciertas personas impidieron que dejara a mi hijo entrar. QUizá actué mal, quizá nunca debí haberlo llevado o quizá debí haberle pedido compostura en esos momentos (si es que un niños de 14 meses entiende de eso).
    Ese día supe que había ciertos lugares impropios para ir con niños a no ser que, como Laia, sepan entender la situación o que la gente sepa entender que se trata solo de un niño

    1. Hola, Silvia.

      Pues no sé… Laia tenía 17 meses y cuando son tan pequeños cada mes cuenta. Quiero decir que no sé si con 14 meses ella hubiera actuado igual. Lo que tengo claro es que si se hubiera producido la misma situación, se lo habría explicado igual y me la habría llevado. Hay momentos que uno no escoje… que suceden y punto, y cuando se es madre o padre hay sitios donde tenemos que ir con ellos aunque quizás no sea lo más «adecuado» para todo el mundo. Pido un poco de empatía de los que no tienen hijos de ponerse en la piel de padres que quizás no han encontrado otra opción que llevar a su hijo con ellos a un tanatorio…

      Sin embargo… yo siempre creo que es importante explicárselo todo a los niños, da igual la edad que tengan, da igual si creemos que no lo van a entender. Porque normalmente nos sorprenden y sí… ¡lo habían entendido! La recuerdo a ella ingresada con dos meses… le explicábamos todo lo que le iban a hacer, cada prueba, cada cosa rutinaria. Estoy convencida de que hacerlo la hacía sentir un poco más segura, por nuestro tono, por anticiparle algo importante con la voz…

      Soy partidaria de contarlo todo, de poner palabras a todo (lo visible y lo invisible), las cosas prácticas y los sentimientos. Y hacerlo des de el minuto 1 de su existencia.

      Gracias por contar tu experiencia. Siento que te hicieran sentir mal… no te sientas culpable de nada. No hiciste nada mal.

      Besos.

    1. ¡Nunca! Al contrario… debemos permitirles que nos demuestro lo muy sabios que son… a veces mucho más que los adultos 😉

      Besos, Bren

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