No hagamos difícil lo que es fácil

 

Cuando Laia hacía poco que había nacido, vinieron unos amigos a vernos para darnos la enhorabuena. Su hijo acababa de empezar P-3 y cuando les pregunté cómo le iba el cole me dijeron que algo mal desde que, tras los (¡atención!) 15 días de periodo de adaptación, tenían que dejar al niño en la puerta y él tenía que ir solo por el pasillo, entrar en clase y dejar la bolsa y la chaqueta en su taquilla.

A su hijo le costaba. Le era muy difícil decirles adiós en la puerta y se le hacía una montaña tener que entrar en clase sin ellos cerca. Lo habían hablado con la maestra pero nada, eran «normas de la escuela» y punto.

La verdad es que en pleno post-parto como estaba yo, las cosas que pasan en P-3 me quedaban un poco lejos, pero toda esta historia volvió a mí de pronto el otro día.

Otra madre me dijo, preocupada, que en la escuela de su hijo le habían dicho, sin avisarle previamente: «a partir de hoy tú te quedas aquí y él tiene que ir solo hasta la clase. Ya no le puedes acompañar, y cuando lo vengas a buscar, deberás esperar en el mismo lugar». El niño había puesto cara de «¿y ahora qué pasa?» porque no entendía por qué su madre no podía acompañarlo como cada día.

Pero nada, no hubo manera: también eran normas estrictas de la escuela. En ambos casos, cuando habían preguntado por qué, siempre les decían lo mismo: porque así los hacemos autónomos, deben acostumbrarse a quitarse la chaqueta solos, etc.

La dichosa chaqueta. Nunca he entendido por qué hay tanta «obsesión» con el tema de la chaqueta, en que lo hagan solos, en que nadie les ayude a subirse los pantalones después de hacer pis, y tantas otras cosas que me cuentan madres y padres… Yo no conozco ningún niño que con tres años no se sepa sacar solo la chaqueta, a no ser que lleve botones raros o cremalleras difíciles de bajar. En el fondo, con la chaqueta los niños no tienen ningún problema.

El problema, para ellos, es en el hecho de entrar en un lugar con el que aún no están del todo familiarizados, por mucho que hayan pasado los rigurosos días de supuesta adaptación. En cruzar un pasillo largo y que encuentran muy grande y que tal vez incluso les da un poco de miedo, en entrar en clase y en ver qué se encontrarán ese día…

¿Habéis vuelto alguna vez a visitar vuestro colegio? ¿Recordáis qué imagen teníais del cole? Yo, de niña, veía las clases gigantes y los pasillos infinitos. Cuando he vuelto, he visto que era una pequeña escuela de pueblo y me he maravillado de cómo cambian las proporciones a medida que vas creciendo.

Por eso ahora nos toca ponernos en el lugar de esos cuerpos pequeños que acompañamos a la escuela. Evidentemente que lo superarán y que un día lo harán sin miedo, pero yo me pregunto: ¿Es necesario que pongamos difíciles las cosas que podrían ser extremadamente fáciles? Es decir… la vida ya nos trae a veces situaciones muy complicadas y que no podemos evitar de ninguna de las maneras. Por tanto, las cosas que de verdad son fáciles o pueden serlo… ¡qué manía en hacerlas complicadas!

Cada día o él o yo acompañamos a Laia a la escuela. Cruzamos el patio, vamos hasta la clase, entramos, saludamos a todos, vamos hasta el pasillo donde están las taquillas, y ella o nosotros, depende, colgamos la bolsa y la chaqueta donde toca. Luego volvemos a entrar en clase, le decimos algo, le damos un beso y nos vamos. Y como nosotros, el resto de padres. Durante este rato, si cuando hemos llegado había algún niño llorando y gritando por algo como por ejemplo que no quería que su madre se fuera (todavía los hay que lloran, sí), pues le digo a Laia «mira, está muy triste… no quiere quedarse en la escuela sin su madre» y podemos poner palabras a lo que ocurre, por ejemplo.

Cuando llega, siempre tiene mucha vergüenza: las maestras le dicen «Buenos día, Laia» y ella baja la cabeza y responde muy flojito porque le da mucha cosa que los niños que ya han llegado y las maestras la miren todos a la vez y de repente. Normal.

La entiendo, porque a mí a veces todavía ahora, con 36 años, me pasa. Cuando hemos quedado para cenar, por ejemplo, todos los del trabajo (imaginaos la típica cena de Navidad), me da cosa llegar y no saber quién habrá, si estaré sola, si ya estarán todos sentados… y muchas veces quedo con alguien antes y así vamos juntos.

Nos «acompañamos» y así la entrada en ese lugar nuevo y una situación nueva, no da tanta… «cosa». Y hacemos lo que quizás nos sería un poco «difícil», pues más «fácil». Así, sin problema, con toda la naturalidad del mundo. ¡No pasa nada! Todos tenemos derecho a tener vergüenza en determinadas situaciones, ¿no? Pues los niños también.

Obligarles a hacer estas cosas solos cuando son aún tan pequeños y les cuesta, encuentro que es del todo innecesario. Creo que es dificultar todavía más la entrada a la escuela, que por muchos ha sido bastante difícil por las adaptaciones extremadamente cortas que se hacen en la mayoría de centros educativos.

Opino que tenemos demasiada prisa y que nos preocupamos también demasiado. «Si a los tres años no se quita la chaqueta solo y hace todas estas cosas por sí mismo… uy, ¡qué problema!» ¿De verdad pensamos que nuestros hijos no sabrán quitarse la chaqueta y lo que haga falta cuando sean mayores? ¿De verdad pensamos que un buen día no serán completamente autónomos y sabrán sacar su vida adelante con empeño y decisión porque ahora, a los 3 años y a los inicios de curso, los acompañamos para entrar en clase?

Me parece del todo exagerado. Me parece que a menudo los adultos sistemáticamente complicamos las cosas por el miedo de que sean demasiado «dependientes». Nos da mucho miedo la «dependencia» de nuestros hijos hacia nosotros, demasiado.

Y a veces esto nos impide ver las cosas con sus ojos. Que les acompañamos a clase no significa que sean dependientes. Quiere decir que sí, que todavía necesitan que estemos en determinadas situaciones. Y es lo que nos toca. Y no pasa nada. Si a los 17 años nos piden que les acompañemos para entrar en la clase del instituto será otra cosa, ¿pero ahora? ¡Por favor….!

Intentemos no hacer difíciles las cosas que, de por sí, son fáciles. ¡Seremos más felices! 🙂

(SI TUS HIJOS EMPIEZAN ESCUELA INFANTIL O P3 ESTE SEPTIEMBRE, APÚNTATE AL TALLER «ADAPTACIÓN ESCOLAR» DEL PRÓXIMO 24 DE AGOSTO 2016 Y QUE PODRÁS VER TAMBIÉN EN DIFERIDO. TIENES TODA LA INFORMACIÓN AQUÍ)

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

8 comentarios

  1. Imagino que tu deus portar a la teva filla a una escola privada o concertada. A les escoles públiques on hi ha 25 nens per classe, és vital que aquests nens aprenguin a ser autònoms i no és cap castic ni cap cosa dolenta per ells. Alguna vegada t’has fixat en la cara de satisfacció d’un nen de 2 ó 3 anys quan aconsegueix fer alguna cosa per sí mateix? Tinc una filla de 2 anys a la que li encanten els petits reptes i que és immensament feliç quan aconsegueix superar-los per sí mateixa. Ha anat dos anys a l’escola bressol pública i no tinc més que paraules d’agraïment per les educadores que m’han ajudat a fer de la meva petita, una nena feliç, social, respectuosa i, perquè no, autònoma.
    Segueixo el teu blog des de fa relativament poc i a vegades estic temptada de deixar de llegir-te perquè em dóna la sensació que defenses una mena de bombolla de protecció al voltant dels infants. I clar que els hem de protegir i clar que els hem de deixar al seu ritme, però sincerament també els hi hem d’ajudar a créixer, a desenvolupar-se, a generar confiança en sí mateixos, a ensenyar-los que ells poden amb tot. Perquè ens agradi o no la vida està plena de reptes, per grans, petits i bebés i per desgràcia és del tot utòpic el pensar que tu podràs acompanyar-los sempre en tots els processos.
    És molt agossarat el pensar que una escola que fixa unes normes (com la majoria d’escoles d’aquest país) està anant contra alguna mena de procés natural de l’infant. No ens oblidem que darrera de les escoles hi ha mestres, educadors, psicòlegs, pedagogs, etc. Segur que no tots ho fan tot bé, però crec que els hem de deixar gestionar l’espai formatiu que és el seu espai i és la seva feina. Oi que ells no venen a casa teva a dir com ho has de fer tu?

    1. Hola, Nerwolita.
      En primer lloc, benvinguda al blog i gràcies per escriure-hi. En segon lloc: la meva filla va a una escola PÚBLICA. Jo vaig anar a l’escola pública, a un institut públic i a una universitat pública, i sóc una gran defensora de l’ensenyament públic al nostre país. Lamento haver-te molestat amb el post d’avui, però no es pot agradar a tothom, això fa temps que ho vaig aprendre. Dius que fa relativament poc que em segueixes: en aquest blog hi ha ni més ni menys que 392 escrits on, en cap cas dic o dono la idea de què els nens han d’estar dins d’una bombolla. En absolut. Sóc de l’opinió que hem de fer fills feliços i lliures, no enganxats tota la vida a les cames de la mare. Però en aquest blog parlo de nens, de nens petits, de nens que no són uniformes, és a dir, que n’hi haurà que estaran preparadíssims per segons què i d’altres que no. Jo crec que sí, que amb empatia, consciència i presència podem acompanyar els nostres fills, si ho volen, durant tota la vida. I amb això no vull dir que haguem de deixar tots la feina i estar les 24h del dia amb ells. Podem acompanyar els nostres fills malgrat que els haguem, potser, de dur a la llar d’infants o on sigui i que en determinats moments no hi puguem ser. Perquè tot rau en la mirada: en l’empatia, en la consciència, en poder posar-nos al seu lloc, dins de les seves sabatetes i entendre com pot estar vivint aquella situació el nostre fill.
      Parles de psicòlegs, pedagogs, mestres… no tots estan preparats ni formats per entendre què viu un nadó o un nen petit, quins són els seus processos ni les seves necessitats. I n’hi ha de boníssims, és cert. Amb això vull dir que el fet que hi hagi tot un equip darrera de cada escola no garanteix que aquella escola tindrà la mirada i l’empatia que els nens necessiten. I te’n podria posar alguns exemples que ara no vénen al cas.
      I no, ells no vénen a casa meva a dir-me què he de fer, i jo tampoc vaig a la seva escola a dir-los com crec que haurien de canviar les seves «normes estrictes». Però estem en un país lliure i vaig obrir un blog per poder-me expressar i dir tot el que penso sobre maternitat, paternitat i criança. I tot el que sento. I amb la mateixa llibertat la gent pot decidir obrir internet i anar al meu blog i llegir-me o no.
      Gràcies per dir-hi la teva.

      1. Gràcies per la teva resposta i no malinterpretia el meu comentari. Són punts de vista diferents i quan tens un blog obert, ets susceptjble de rebre’ls. Et continuaré llegint perquè m’agrada tenir perspectives difrents de les coses i perquè de tots i tot s’aprén. Gràcies novament per la resposta.

  2. Hola Mírima, m’ha agradat molt el post, tot i que com hauràs comprovat provoca certa polèmica també. Jo estic amb tu en el sentit de respectar els ritmes dels nens petits, crec que no estan a una edat de disciplina només «peruè sí». El nostre petit de gairebé 2 anys va a la guarderia cada dia, i estem molt contents de què no existeixin aquest tipus de normes estrictes. Després d’un parell de mesos està molt ben adaptat, però pells matins encara li «fa cosa» deixar quedar-se allà sense la nostra presència, sobretot quan no està fi del tot i necessita més el nostre contacte i presència. Evidentment hem d’anar a treballar i ell s’ha de quedar allà, però trobo molt encertat que et respectin que l’acompanyis més temps, que l’abracis, etc. Crec que ara són molt vulnerables i encara s’han de desenvolupar en tots els sentits, i crec que la màxima d’aquestes etapes és que els seus pares els acompanyin, que se sentin segurs. Un cop més grans, llavors sí que no em sembla tan malament marcar una mica més les pautes a l’escola, ja que estaran capacitats, però crec que sempre els pares són els que han de jugar un paper més important en la seva criança.

  3. Esta sociedad loca que no deja que los bebes y niños sean dependientes de sus papas y mamas pero que amarra con doble nudo para que no se escapen a los jovenes…
    No vamos a dejar que el bebe duerma en nuestra cama porque se vuelve dependiente pero una vez aprenda a moverse no vamos a enseñarle no a fregar un plato. Y ni dependientes ni indepemdientes, lo que quedan es atontadoa

  4. Com a mestra d’una escola pública i amb 35 anys de docència, estic súper emocionada perquè aquest curs, dintre de tot un seguit d’avenços al voltant de l’Escola Viva q vem encetar ara fa 3 cursos, farem entrades relaxades, és a dir q la família podrà acompanyar, un cop acabat el període d’adaptació, durant una estoneta dins la classe. Sóc de la opinió que sentir-se protegits i tranquils fa persones independents i valentes.

  5. Nerwolita, la meva filla també va a una escola pública (amb dues línies de 25 infants per curs) i fins P-5 has d’acompanyar el teu fill fins la porta de la classe, ajudar-lo amb la jaqueta, la bossa i la bata (o només estar al seu costat si ja ho sap fer sol) i acomiadar-lo quan la mestra ja l’esta amanyagant per dir-li bon dia. Això no és fer-los depenents, és simplement facilitar que se sentin segurs i que sentin que l’escola és una continuïtat del que passa a casa, que els pares i la mestra es comuniquen i no està «sol davant del perill». La resta del dia ja fomenten l’autonomia i nosaltres des de casa també, però sempre sense forçar res… de fet son tan independents que tant la gran de 4 anys com la petita de 2anys sempre van més enllà i volen fer-ho tot soles i sóc jo la que he d’aguantar-me per no ajudar-les fins que m’ho demanen perque si ho faig abans s’emprenyen 🙂

  6. Entre moltes altres coses, una de les que em va agradar de l’escola on anirà al meu fill a partir de setembre és que puc entrar amb ell a la classe durant tot el curs, hi ha gent que em diu que sóc massa patidora, però mira el fet de saber que hi puc entrar tots els dies del curs em tranquilitza.

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