Protección

Hacia dentro: el nido

28.2.2012

El embarazo ha sido una de las mejores épocas de mi vida. No sólo por saber y notar que estaba gestando a nuestra hija, sino porque es la vez que me he sentido más poderosa, vital y en paz. Los primeros meses me encontré muy bien pero el cansancio extremo que surgió de mi cuerpo me reclamaba ir al ralentí. Era como si tuviera un ancla enorme ligada a los pies que me hacía más pesada y me hacía notar, de una manera como no había notado nunca hasta entonces, el suelo. Este cansancio quedaba compensado por un sueño dulce que me venía casi a todas horas y que me hacía sentir feliz. Me dormía casi sin darme cuenta con un sueño plácido, reparador y enriquecedor a la vez. Más de un día he echado de menos ese tipo de sueño, tan particular del embarazo.

Cuando hacía poco que estaba embarazada, muy poco, fuimos unos días a una casa de agroturismo. Afuera hacía frío y yo sólo tenía ganas de ir con ropa ancha y tumbarme en el sofá, descansar, dormir, leer y estar con mi compañero. Tenía necesidad de nido. Es curioso porque siempre había oído hablar de eso que hacen muchas mujeres embarazadas hacia la recta final de embarazo, preparar el nido por su hij@… yo más bien, en aquel momento, me sentía que el pollito era yo. Que me tenía que llenar mucho de esa sensación y de aquella calma, porque Laia pudiera instalarse gustosamente dentro de mi útero. Le daba el tiempo y el reposo que el cuerpo me reclamaba justamente para que ella pudiera hacer lo más importante en aquellos momentos; acomodarse en su nidito cerca de la placenta y nadar y nadar en ese líquido amniótico que la abrazaba en todo momento .

El embarazo fue avanzando y en el segundo trimestre es cierto que ya no sentía ese cansancio punzante y tenía más energía y fuerza. Pero me llegaron las tiranteces en la barriga que a menudo me hacían ir curvada o caminando poco a poco para tratar de doliera menos. No era cada día, pero sí que lo recuerdo como una de las cosas que me hizo volver a ir más despacio. Pero aflojar el ritmo no me molestaba. Recuerdo que por la tarde, cuando llegaba a casa después de trabajar, lo primero que hacía era ponerme cómoda, tumbarme en el sofá, poner música tranquil.la y acariciarme el vientre. A menudo me dormía un rato, no lo podía evitar. Es cierto que también hacía vida social, pero tampoco demasiado. Me gustaba que viniera gente a casa, me gustaba compartir… pero tranquilamente. No tenía ganas de ir a lugares con mucha gente, mucho ruido, mucho movimiento y revoluciones. Quería, necesitaba calma.

Recuerdo que hacia el sexto mes fuimos a una boda y era una cena. Por la noche, antes de que me trajeran el segundo plato yo ya me habría ido a dormir; estaba reventada y después de tanto ruido, bullicio, música,… necesitaba reencontrarme conmigo y con Laia. Necesitaba volver al caparazón… Era como si no pudiera ir hacia fuera… Porque lo que había fuera simplemente, no me interesaba. Sólo quería sentir el embarazo, sentirlo, hablar de él, experimentar un montón de sensaciones nuevas e irlas integrando. Era consciente de la importancia del momento y era como si el resto, todo lo que pasaba más allá de la vida que se estaba desarrollando dentro de mi vientre, pasara a un segundo plano, como si lo mirara todo con una cierta distancia.

Cosas que me habrían preocupado en otro momento, ya no me importaban. Situaciones que habría aguantado, tolerado, aceptado,… no tenía ningunas ganas de vivirlas y sí, me alejé de todo aquello que pudiera turbar “mi-nuestro” momento. El momento de hacerme mi nido y de ayudar a Laia a crecer en aquel caparazón que, de alguna manera, compartíamos. Y me daba igual si era normal o no. Yo lo sentía así y así era feliz. Fue una suerte que él me acompañara en esta necesidad de interiorización, de ir aflojando y al mismo tiempo, de irme introduciendo en la maternidad que tan anhelaba. En el nido éramos tres. Yo abrazaba a Laia y él a mi y a ella a la vez.

Era curioso verme a mí, que toda la vida había ido más bien hacia fuera, haciendo el camino a la inversa. Era curioso ver como el embarazo me permitía coger cierta perspectiva y empezar a priorizar; qué valía la pena y qué no. En qué valía la pena invertir mi tiempo y en qué no. En qué valía la pena esforzarme y en qué no. Supongo que era, simplemente, el preludio de lo que vendría mucho después con el puerperio. Eran como nueve meses de placidez para ir preparando un camino apasionante y a la vez revelador como es esta etapa maravillosa, que a mí me haría tocar el cielo y también, a ratos, conocer mis partes más oscuras. Para mí el embarazo fue un regalo y no sólo porque supusiera la gestación de Laia. De alguna manera, siempre lo he pensado, fue también la gestación de una nueva manera de ver las cosas, de una nueva mirada, y en el fondo, de un nuevo «yo».

Por eso digo que de nidos, los hay de muchos tipos. Hicimos un nido físico porque Laia pudiera caber, y también hicimos un nido emocional donde ella podía ir acomodándose en cada rama, en cada conversación, en cada visualización de cómo sería la vida los tres juntos. Pero también hubo, de alguna manera, una especie de nido familiar donde cada miembro nos fuimos acomodando para poder cargar bien las pilas, para poder coger fuerzas y energía, para llenarnos mucho unos de otros en este momento tan especial, único e irrepetible, para hacer una buena base a partir de la cual construir un futuro que sería absolutamente diferente del que habíamos vivido hasta entonces. Hicimos un nido de tres donde nos amamos mucho y que nos permitió, nueve meses después… ¡VOLAR!

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

13 respuestas

  1. I tant! recordo moltíssim aquesta sensació de «cap endins» i de com aquesta mirada interna va reestructurar-nos com a parella per poder acollir al tercer membre! 🙂 Una abraçada!

  2. Compartisc amb tu aquesta sensació de tranquilitat, poder, força i pau que està aportant-me l’etapa de l’embaràs. També la necessitat de recolliment i una nova visió de les coses realment importants.
    Ara que arribe al final d’aquesta etapa, entenc millor els comentaris d’amigues i conegudes:» Gaudix-ne al màxim, mai no tornaràs a estar embarassada per primera vegada».
    És tot un regal!

    1. Sí, Pepa, gaudeix-ne el màxim. És un regal. Mai més tornaràs a estar embarassada d’aquest fill. És una etapa molt especial com a mare i també com a dona, com a companya, com a filla, com a… tot. Perquè tot pren una nova dimensió.
      Petons.

  3. Oooh! ho has explicat tant bé… Per a mi també va ser una etapa molt reveladora. I el fet de no treballar, em va permetre deixar-me portar per el què realment em demanava el cos i l’ànima. De fet, sempre dic que m’agradaría tindre un altre fill per tornar a viure l’embaràs.
    Petó!

    1. Dinma, quina sort poder anar totalment al ritme que et demanava el cos, oi? Sí, sempre has dit que t’agradaria tornar a estar embarassada, i sé que també t’agradaria ser mare d’un altre fill! Qui sap 😉

      Una abraçada.

  4. Hola!
    Justa Pepa! Jo llegia el post i pensava que m’havia sentit així en el primer embaràs, el segon també el vaig gaudir moltíssim, però diferent…Em sentia també poderosa i forta, però no poder anar al teu ritme a cada moment perquè evidentment, ja tens un fill petit que et necessita, canvia una mica les coses…i és clar et planteges altres coses…però això ja son figues d’un altre paner!
    😉

    1. Sí, Maria tens raó. Amb un altre fill això de respectar els ritmes costa una mica més, però sí que és veritat que hi continua havent, en molts casos, aquesta necessitat d’introspecció. D’aprofitar molt el moment amb el fill «gran», d’estar junts, d’estar tranquils i feliços… preparant també la nova etapa.
      Una abraçada.

  5. Sí que és una etapa molt especial, i molt cap endins. A mi em sap greu no poder gaudir tant del meu segon embaràs, sobretot en quant al ritme, que comenta la Miriam. No suporto no poder anar al ritme que em demana el cos, que seria un ritme més aviat relaxat, lent, depenent del moment. Així que, jo també recomano gaudir molt del primer, que pot ser més tranquil i més disfrutat, en molts sentits.
    A mi, el que més em demana «el meu cos gestant», és estar amb el meu fill gran, ara el necessito molt, i també en un altre pla, estar amb el meu marit, tots tres junts, i posar la casa maca (em dóna per fer canvis de decoració a saco) jiji 🙂

    1. Sí, Clarise, estàs preparant el niuet per l’arribada del segon fill. Ganes d’estar junts, d’omplir-vos els uns dels altres sabent que aviat hi haurà un altre membre i us haureu d’adaptar a una altra etapa. Quanta més base, més amor de base hi hagi entre tots vosaltres, més plàcid serà el canvi que farà la vostra família. Passant de tres membres a quatre… per això aquesta necessitat d’estar junts i tranquils, d’omplir-te del fill gran sabent que aviat no hi podràs passar tantes estones o que ho faràs, però amb un altre fill al pit, o als braços. Gaudeix-lo tan com puguis. I això dels ritmes… paciència. Cada moment té les seves coses.
      Una abraçada.

  6. hola Miriam. Me ha encantado esta entrada, es preciosa. Soy nuevo por aquí, te he descubierto a través de Mama (contra) corriente. hay alguna manera de seguir las próximas entradas que escribas por email o por facebook?

    Gracias. Un saludo

  7. Para mi tambien fueron 9 meses muy espciales, creo que ha sido en el momento que tanto fisica como emocionalmente mejor me habia encontrado, llegue a sentir una felicidad y una tranquilidad que hasta ese momento no habia experimentado. Me encantaba estar en casa con Jose, pasear con él, estar con mi madre, me gustaba sentirme cuidada y protegida, querida, saber que esa niña iba a llegar a una familia fuerte y unida y con mucho amor. Me ha gustado la entrada, gracias Miriam, me encanta leerte

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