Rabietas: «Le dura un momento»
Cuantas veces hemos escuchado: “llora como si le mataran, pero al cabo de nada de irte, ha dejado de llorar
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Cuantas veces hemos escuchado: “llora como si le mataran, pero al cabo de nada de irte, ha dejado de llorar
Era sábado. Había pasado toda la mañana con las niñas y a la hora de comer se quedaron con su padre y yo me fui a la celebración de los 40 años de un buen amigo. Volví a las 17:30h y las recogí en casa de mis padres. Habían estado pletóricas, me dijeron. Lo habían pasado muy bien, habían montado el belén, habían comido todos juntos… Les dije si Lua (20 meses), había preguntado por mí. “Sólo un momento», me dijo Laia «dijo mamá? y papá le contó que estabas en una comida y ya no ha vuelto a preguntar más por ti».
Ir en coche nunca había sido un problema con Laia. La sentabas en la sillita y al cabo de tres curvas ya dormía. Era apacible viajar con ella y no tenía ningún problema de hacer siestas largas, es más, le gustaba, y de más mayor, lo pedía. Incluso ahora cuando tenemos que coger el coche y se nota cansada dice «ay, que bien, dormiré un poquito»… No habíamos dudado en ir de vacaciones lejos y cuando ella tenía 2 años íbamos a Tarifa, al Valle de Aran , a Burdeos y donde hiciera falta porque realmente era fácil y posible.
Ignasi hoy estaba contento. Hacía 10 años que habían empezado a salir con la que ahora era su mujer y por la mañana, aún tumbados en la cama, habían dicho que por la noche lo celebrarían con una cena «especial». Hacía mucho tiempo que no hacían una cena «especial» porque hacía apenas 13 meses que se habían convertido en padres y, al anochecer, solían estar tan cansadosque estaban por poco más que para cenar lo primero que encontraban y acostarse.
A mí el color rosa no me había gustado nunca, ni siquiera de pequeña. Yo no era de jugar a muñecas, ni de llevar vestiditos. Tenía mi «particular» forma de vestir y no era nunca con el color rosa: usaba más naranjas, rojos, azules eléctricos y verdes estridentes… No recuerdo tener aprecio por ningún muñeco de peluche y mucho menos por alguna muñeca. Sólo recuerdo haber jugado (algo) con una Barriguitas que me regalaron, pero digamos que aquí se acaba mi historia con este tipo de juguetes.
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Cuando tu hijo de un año, o de un año y medio muerde a diestro y siniestro a todo aquel que se cruza en su camino, pasas por muchas fases distintas. He esperado mucho tiempo a escribir este post, y ahora, que hace muchos meses que ya no lo hace, que de hecho, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que mordió, ahora puedo tener la distancia emocional suficiente como para escribir lo que leeréis a continuación. Porque ya no hay ni la angustia ni la preocupación.