Paciencia

Castillos de arena

10.11.2011

Sí queríamos un hijo y finalmente nos quedamos «embarazados», en general, estamos muy contentos y muy ilusionados con nuestro nuevo «estado». A medida que esa barriga va creciendo, también lo van haciendo las ganas que nazca ese hijo nuestro tan deseado. Muy a menudo, a quien se le hace más larga la espera es al hombre, a este nuevo padre, que aún no sabe mucho de qué va esto de tener hijos, pero que quiere empezar a disfrutarlo de inmediato. Y de hecho, ya lo hace, poniendo la mano sobre la barriga de su compañera, o diciendo cosas a aquel bebé que escucha con atención la voz del padre,… Pero él quiere tenerlo en brazos, columpiarlo, pasearlo, cambiarlo… y sentirlo tan cercano como, durante todo el embarazo, lo siente la madre.

Y es normal. Cuando yo estaba embarazada pensaba: «qué lástima que él no pueda sentir lo que yo siento ni experimentar qué es tener un bebé dentro, haciendo golpecitos con los pies, o sentirme absolutamente unida a este nuevo ser que se gesta dentro de mí…». Pero la naturaleza escogió que seríamos nosotras, las mujeres, las preparadas físicamente para gestar, parir y amamantar un bebé. Y por eso nos hizo cíclicas y nos «regaló» la menstruación (que yo no entendí mucho el significado hasta que me quedé embarazada, porque hasta entonces, lo que me había hecho, era dolor un mes tras otro, dejándome fuera de juego, mínimo, ¡2 días al mes!). Alguna recompensa tenía que tener aquello, ¡¿no?!

Pues bien, un día el hijo nace y busca… a mamá. La madre para acunarlo, la madre para amamantarlo… la madre. La madre y la teta, la teta y la madre, sin saber muy bien dónde empieza una y termina la otra. Entonces aquel padre, impaciente de tener a su hijo en brazos y llevarlo al parque y explicarle que en verano harían castillos con la arena, se encuentra que casi no puede ni pasear porque sólo reclama a mamá. De hecho, se pasa todo el día con la «intendencia» de casa y a ratos se siente «desplazado», de esta díada que parece con dos miembros de la casa, y no precisamente él.

Si me estás leyendo, padre primerizo y te sientes así, debes saber en primer lugar que esto NO es nada personal de tu hijo hacia ti. Te quiere igual que te quería cuando estaba en la barriga, y sí, querrá hacer castillos en la arena y que lo lleves al parque, y llegará un día que estará convencido de que eres el mejor padre del mundo y te dirá que de mayor, (si es un niño) quiere ser exactamente igual que tú. Pero todo tiene su tiempo. Ahora necesita a la madre. A ti también, pero haciendo otra tarea, muy probablemente, acogiendo a la madre, cuidándola y procurando que nada le moleste en esta luna de miel que quiere y tiene que vivir con el bebé recién nacido. Más pronto de lo que crees ahora (que estás en plena decepción posparto de «mi hijo no me quiere ver ni en pintura y sólo la quiere a ella») verás que te reclama para jugar, que espera ansioso a que vuelvas de trabajar y lo abraces, que le hagas cosquillas y que lo hagas volar. Más pronto de lo que crees, te dirá que te echa de menos cuando no estás en casa, y recordarás, con una sonrisa en los labios, aquellos días en que creías que tu hijo no te quería porque sólo quería los brazos y la teta de mamá. La mayoría de niñas, llega un día que se enamoran de su padre y no encuentran a nadie tan fantástico como él. Y la mayoría de niños, también llega un día en que quieren ser calcados a este padre que me ama tanto, que me hace jugar tanto, que es tan divertido, tan fuerte, tan listo y tan ¡todo!

No tengas prisa, no quieras hacerlo correr cuando apenas acaba de nacer. Deja que crezca llenando cada necesidad básica para, poco a poco, ir emprendiendo el vuelo e irse separando de la madre. Ha estado nueve meses dentro de ella en cuerpo y alma. No podemos pretender que se separe como si no hubiera estado allí nunca. Todo llega, en su debido momento. Respetemos sus ritmos más vitales y aceptemos los tempos de la vida, no como una mala jugada hacia nosotros (¡tampoco somos el centro del Universo!), ni como un agravio, ni un feo, ni tampoco con celos. Sino aceptando el fluir natural de un ser que aún está absolutamente fusionado y añorado del vientre materno. Démosle tiempo y démosle espacio. Cuando menos nos lo esperemos, estará también feliz y lleno en brazos de papá.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 comentarios

  1. Bonito y cierto. Mi pareja siempre ansiaba poder jugar con su hijo y a menudo se frustraba cuando sólo quería a mamá. Pero cuando se ha hecho mayor y se ha convirtido en un «tiarrón» a menudo sólo quiere hacer cosas de tíos. Cada uno tiene su momento. Lo importante es que nuestros hijos nos tengan siempre cerca y accesibles a sus necesidades. Porque esos cambios de preferencias no son caprichos. Besos

    1. Sandra, ¡Qué bonito es ahora verlos jugar, y reír y quererse tanto! Por eso a veces, cuando cuento a algún padre desilusionado porque su hijo no quiere estar con él recién llegado a la vida pieno: «ojalá pudieras ver un flash de cómo será vuestra relación dentro de un tiempo… seguro que no te preocupabas». Supongo que nadie les ha dicho que el principio quizás no es como lo imaginaban… Un poco como el parto, ¿verdad? El mio no tuvo nada de bucólico y menudo frustre me agarré! 😉 Un beso, guapa.

  2. Sí, i tant! Molts pares se senten una mica frustrats ja que quan per fi poden agafar el seu fill en braços no tot són flors i violes i aquests fills tenen d’altres prioritats.

    Sempre he pensat que els priemrs mesos de maternitat estan molt mal publicitats. No tot és màgic ni plàcid, s’han d’aprendre moltes coses i la que has explicat és una d’elles: el nen necessita la mare! Tot lo altre, arriba després!

    1. Buf… se n’han d’aprendre tantes!!! Sí, a vegades els primers mesos hi ha qui els viu com una cosa duríssima, perquè depèn de com estiguem nosaltres i el fill ho és (no ens enganyem!) i és una època que s’espera de nosaltres que estiguem contents! Igual que els pares, suposo, que s’espera que estiguin feliços i n’estan, però també se senten decepcionats perquè no era «allò» el que s’imaginaven quan tocaven la panxa de la mare i li deien «quan surtis farem això i allò»… i esperar (tampoc ens enganyem) als humans ens costa…! Una abraçada

  3. El nostre fill ara té 2 anys i mig, i espera l’arribada del seu pare amb ansietat, fins i tot el truca per telèfon preguntant quan vindrà. I quan ell arriba… he de confessar que alguna vegada m’emociono al veure la il-lusió de la seva retrobada. Però també hi han hagut moments d’algun retret. Com solem dir, TOT PASSA. I de tot se n’aprèn.

    1. Dinma, dono fe que el Cauâ està encantat amb el seu pare!!! I com l’imita! És maco veure la cara que posen quan senten les claus al pany i saben que arriba el papa, oi? A mi també m’emociona! Un petó, Dinma!!!

  4. És veritat que els bebès necessiten bàsicament la mare i el pit, però a mi em sorprèn i m’agrada moltíssim el vincle que el nostre nen de només tres mesos té amb el seu pare, sobretot tenint en compte el poc temps que poden passar junts… Amb ningú riu tant com amb ell, ni ningú l’adorm com ell… De vegades m’emociona veure’ls… És curiós com en són de «savis» els nadons! Segur que amb el temps encara podran compartir molts més moments!

    1. Annuska, no en tinguis cap dubte. Com més gran sigui el teu fill, més demanarà estar amb el pare i hi voldrà jugar, i córrer, i que el porti a fer «aventures»! I si ara disfrutes, doncs imagina’t quan els vegis a tots dos d'»exploradors»! 🙂 Celebro que aquest temps també estigui sent ple per a ell (el pare). Una abraçada i gràcies per dir-hi la teva.

  5. Preciosas reflexiones Miriam!
    Yo también pensaba a menudo en mi marido durante el embarazo. Me daba tantísima pena que no pudiera notar a nuestro hijo, sus patadas o esa conexión especial que sólo nosotras tenemos. Cuando di a luz, como fue cesárea, él tampoco pudo estar presente y lloré muchísimo pensando en que conocería a su hijo bastante más tarde que yo. Luego llega el amamantamiento y ese consuelo que sólo una madre puede ofrecer… Parece que el momento de estrechar vínculos entre padre-hijo no llegará nunca pero llega y muchas veces llega en forma de una «papitis» tan aguda que hasta impresiona!

    1. Exacto, Silvia… PAPITIS AGUDA! Eso es lo que tiene Laia ahora; devoción por su padre! Me ha encantado como lo has resumido todo en tu comentario… siempre tus palabras sabias! Gracias. Un beso.

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