Maletas

Maletas

4.4.2011

Hacer maletas nunca me ha disgustado porque quiere decir que me voy a algún lugar, que rompo la rutina, y normalmente siempre me ha atraído más hacerlas que deshacerlas, porque entonces ya has vuelto, estás cansada, tienes que poner lavadoras y vuelves a trabajar al día siguiente! Esto era así hasta que fuimos padres. Desde entonces, hacer maletas ya no me parece tan apasionante. Más bien se ha convertido en un quebradero de cabeza que hace que vaya todo el día con un montón de listas para no dejarme nada. Si no tienes hijos, no menosprecies este asunto, hacer maletas es mucho más complicado, casi, que ser controlador aéreo y además, nadie te paga por hacerlas. Porque tienes que pensar en tantas cosas, pero tantas, que acaba siendo un estrés.

Si nos vamos un sábado, el lunes ya pienso: «ostras, el viernes tengo que hacer maletas… o sea que el miércoles tengo que lavar lo que me quiera llevar de Laia «… Por tanto a partir del primer día de la semana aquellas famosas «maletas» ya rondan por encima de mi cabeza y a menudo van encendiendo luces de alarma diciendo: «Uy, no te dejes eso…”, «apunta: sobre todo, no dejarte los juguetes!» y una larga lista que, además, no puedes utilizar de una escapada a otra, porque los niños crecen muy rápido y lo que necesitan a los 3 meses, no lo necesitan a los 6.

Los días antes de partir, por toda la casa hay listas; ropa de abrigo por si hace frío, el anorak, y otra chaqueta por si resulta que hace más sol de lo previsto y con la otra tiene calor. Pañales, no os dejéis nunca los pañales! Que si ropa, mucha ropa porque es alucinante como se llegan a ensuciar los bebés. Cuentos, juguetes, su muñeco preferido. Su toalla, su jabón (¡sobre todo!), el cepillo, que si las cremita para la piel, ah, ¡y los baberos! Los colores y la libreta de pintar, sus gafas de sol, y la gorra, que como se queme… Ah, y la crema solar, sobre todo, ¡imprescindible!

Pero no es sólo eso… porque entonces empiezas a pensar en cosas que podrían pasar y que tienes que prever; quizás la casa donde vamos tiene paredes muy gruesas y no la oigo cuando se despierta si estamos en el comedor… apunta: ¡coger los interfonos! ¿Y si cuando estamos allí, coge fiebre? ¿Hay farmacia, cerca? Da igual, lo cogeré todo, que si el termómetro, que si el antitérmico, que si la crema por los golpes, que si el Remedio de Rescate de Flores de Bach,… vaya, un pequeño botiquín para parar el golpe, nunca mejor dicho.

Llega el viernes y empiezo a hacer maletas con ella supuestamente ayudándome. Yo pongo cosas en las maletas y ella las saca. Normalmente va así, la cosa. Mientras hacemos el equipaje se lo quiere poner todo; la chaqueta, el babero, la crema solar, la gorra y el termómetro. Y hago lo imposible para poder avanzar en mi misión sin coger un ataque de nervios ni perder la paciencia. Mantengo la calma porque sé que nos vamos de vacaciones y estoy contenta. Finalmente termino. Lo tengo TODO. Absolutamente TODO. Baño, cena y a dormir. Ella, porque ahora nos toca hacer nuestras maletas, y cuando me hago la mía, ya estoy cansada y sin ganas de pensar en qué me pondré ni en qué tiempo hará y qué necesitaré. Voy rápido y con ganas de acabar.

Sale el sol y hoy es el día. Nos vamos. Tardamos horas en salir de casa… desde que tenemos una hija siempre vamos tarde. Ella está nerviosa porque ve que cargamos el equipaje y a estas alturas sabe perfectamente qué quiere decir eso. No tiene paciencia y quiere irse YA, pero todavíac no lo tenemos todo a punto y la hacemos esperar. ¿Hay alguien que con hijos no llegue tarde?

Finalmente, una hora y media más tarde de lo previsto, salimos de casa. Estamos de vacaciones. ¡SÍ! ¡Bien! Y al cabo de un rato llegamos al sitio de fin de semana, o de vacaciones, da igual. Instalarnos. Fantástico, parece que lo tengo todo… Pero… ostras, no, ¡mierda! ¿Dónde tengo mi chaqueta? ¿Y mi cepillo de dientes? ¿Y las botas de montaña? ¿Sólo he cogido manga larga? ¿Cómo es posible? Pero, ¿¡cómo demonios he hecho esta mierda de maleta ?!?!

Me digo que la próxima vez no me dejaré nada mío. Que me voy a hacer una BUENA lista. Pero, desengañémonos, no hay manera, siempre me dejo algo.

PD: Con la llegada de un nuevo hijo, ¿también llega una nueva maleta? No quiero ni imaginarlo…

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

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