Ya sabes, sentirte agobiada en casa y pensar “no debería de estar así, si estoy de vacaciones con mi familia”, emocionarte por algo y pensar “¿por qué soy tan tonta que lloro por estas cosas?”, o enfadarte porque tus padres han dicho o hecho algo que te ha molestado y repetirte “soy mala hija, mira que enfadarme con lo mucho que me quieren…”
Algo que es necesario y urgente que entendamos y llevemos a la práctica es que nuestras emociones y las de los demás SIEMPRE son válidas y legítimas. Aunque sean dolorosas, aunque no nos gusten, aunque no las comprendamos, aunque creamos que no tienen sentido…
Juzgar contínuamente nuestro sentir y el de nuestros hijos/as nos entra en una espiral de malestar y de contradicciones internas que nos alejan de un estado más consciente y de conexión con uno/a mismo/a y los demás.
Sientas lo que sientas, déjalo ser, sin juzgarlo. Respíralo y aniquila todos los “debería o no debería”. Si te sientes así es por algo. Siéntate y siente sin miedo, y deja que eso te vaya indicando qué es lo que necesita ser visto.
Las emociones son como un colega muy guay que te viene a contar cosas de ti que a veces o no sabes o no quieres ver, y te lo cuenta porque sabe que eso te puede ayudar a estar mejor. Acepta la incomodidad, no la juzgues, déjala ser y respírala. Poco a poco irás viendo más claro por qué te has sentido de esa forma y entonces podrás actuar de una forma consciente y asertiva.
Desde el juicio lo único que consigues es desconexión.
Tienes mucho más de eso en mi libro “Rabietas” en castellano o “Enrabiats” en catalán.
Ojalá resuene 🙌 Y tú, ¿juzgas lo que sientes?