hijos

Tener dos hijos pequeños: una moneda con dos caras

Las dos escenas que os describiré ahora pueden convivir en un mismo día en mi casa. Los dos polos, el ying y el yang, las dos caras de una misma moneda.

 Estamos todos en el comedor. Él pela una manzana y las tres vamos a pedirle un trozo. Él se rie asegurándonos que la manzana era suya y que siempre se la birlamos casi toda! Le hacemos cosquillas o algo para fastidiar aún más.

Reímos, reímos todos. Me tumbo en la alfombra de delante del sofá y en cuanto me ven se me abalanzan: Laia se apalanca sobre mí y Lua viene gateando a una velocidad de vértigo.

Ella, pequeña como es, hace fuerza para hacerse espacio entre su hermana y coger un pedazo de mí también para ella. Las subo a caballito y me quejo que me asfixian.

Laia me sopla, me hace cosquillas y yo le hago lo mismo entre risas. “Ojo con Lua», decimos él y yo al unísono y acto seguido nos revolcamos las tres en el suelo mientras reímos y chillamos como si no hubiera un mañana.

De las risas y las cosquillas pasamos a los besos y los abrazos. Yo a ellas, ellas a mí, ellas entre ellas, todas a él… como una guerra pero de las buenas, donde nadie se hace daño y donde de lo que se trata, es de amarse!

Al cabo de un rato por lo que sea una se entretiene con un juguete que ha encontrado o la otra va a buscar no sé qué que se le ha ocurrido, y me encuentro todavía tumbada en la alfombra pensando que lo que acabo de vivir es uno de los momentos más preciosos de mi vida…

El mismo día pero horas más tarde puede pasar algo parecido a esto..:

Son las 20 de la noche y llevo despierta, sin parar, desde las 7 de la mañana. Estoy cansada y tengo a Lua en brazos que quiere dormir. Acabo de hacer la cena y he dejado la cocina en pleno caos porque Lua necesita teta ya y Laia tiene que ir a la cama, que no se aguanta.

Pero esta hora es la hora mágica de Laia; con la energía de lo que ha ingerido para cenar parece haber recargado las pilas y cuando le digo que hay que ir a la cama empieza a hacer el remolón.

Significado: buscar mil excusas antes de ponerse en dirección al baño a hacer pis y lavar dientes. Que si quiero jugar a no sé qué, que si quería dibujar no sé qué cuantos, que si un momento, mamá, un momento, que si cinco minutos, mamá, cinco minutos, que si contamos hasta 60, 10 veces y vamos a dormir… Cargo paciencia y pongo sonrisa.

Simulo que no estoy cansada y trato de priorizar: Lua tiene que dormir ya que no se aguanta… trato de bajar la voz y el nerviosismo y me la cuelgo en la mochila para darle el pecho y así tener las manos libres para ayudar a Laia, porque ya veo venir que sola no tiene ninguna intención de hacer nada, ahora mismo.

Insisto. Al cabo de un buen rato vamos hacia el baño y entonces me quiere enseñar un baile que se ha inventado. Respiro. Le digo que me lo enseñe una vez y ya, y cuando ha terminado me lo quiere repetir 3 veces más porque dice que no le ha acabado de salir bien. Respiro. Pis, dientes.

«Tú, mamá», y yo con Lua que parece que ya cae dormida, medio agachada lavando dientes y pensando «buf… maldito horario comercial que hace que mi marido llegue tan tarde…!»

Llegamos a la cama y explico el cuento que ha tardado 5 minutos en escoger mientras se entretenía con cualquier cosa…

Se lo cuento sin mucho ánimo, lo reconozco, porque siento que estoy en las últimas…! Conseguimos apagar la luz y Lua ya duerme encima mío, pero entonces Laia empieza a charlar y le digo que es tarde y se enfada porque está que no puede más con su cansancio y veo y temo que necesita llorar, descargar y sacar.

Y sí, llora. Y no llora flojo, que dice que no sabe. Llora fuerte y despierta a Lua y ahora sí que siento que no puedo más. Y me cuesta validar lo que siente Laia y me cuesta acompañar a Lua en su disgusto de sueñecito interrumpido…

Y vuelvo a respirar, porque sino, no hay quien lo arregle.

Y trato de desdoblarme sin éxito y atenderlas a las dos, sin éxito. Me repito en silencio que hago lo que puedo, que no es suficiente para ninguna de ellas ahora mismo, pero que es lo que puedo.

Y trato de calmarlas y de entender. Pero estoy agotada y sólo faltaba eso. Y Laia dice que quiere que la acueste, pero sin Lua, que quiere que la abrace muy fuerte, y Lua quiere lo mismo en el mismo momento…

Y trato de poner una a cada lado y explicarles que soy como las gallinas, y que mis pollitos caben todos dentro de mis alas… pero no sé si me entienden y no se acaban de consolar.

Por fin, el cansancio lo puede todo y Laia se relaja. Trato de darle masaje con una mano en la espalda, de tocarle el pelo y se duerme mientras Lua juega ya por encima de la cama con el disgusto superado.

La cojo en brazos y salgo de la habitación. Me siento en el sofá y le doy el pecho a ver si se vuelve a dormir, pero también sin éxito, hasta que llega él y me dice «¿qué tal la tarde?». Y yo, que no puedo más, sólo consigo pronunciar «pfff».


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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 comentarios

  1. Aquests segons moments que expliques són horribles, si en algún moment perdo la paciència és aquí. Segons el meu nivell de cansament, respirar i tornar a començar de bones em costa un horror i la situació em supera. Sort que no passa sovint… Una abraçada Míriam!

  2. Veig que no només passa a casa nostra! Aquí en tenim dos de 2.5 anys i 7 mesos respectivament. La meva gran és com la Laia, no sé si em consola o desespera veure que encara ens queden uns anys de capejar situacions d’aquestes en què no hi ha manera que faci el que li demanem amb una mínima diligència 😛 I els plors que desperten el bebè…n’hem passat algun que altre també jeje

  3. Hola.. si son moments crítics i durs.. gràcies per compartir.ho i recordar la necessitat de respirar. Cubrir les demandes de dos constantment es una feina cansada. Les meves es porten 3 anys i acabo el dia sola amb les 2.. ara la gran te 4 i mig i la peque 1 i mig… vull pensar que cada vegada sera mes fàcil

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