COS

8.10.2013

 

El meu cos està canviant a marxes forçades, em sento en constant transformació física. Al principi era tot molt subtil però ara ja no. La panxa ja ocupa el seu propi espai tota l’estona, no només als vespres, que és quan me la veia més grossa les primeres setmanes. Ara l’embaràs ja és evident. La gent ja no té por de demanar-me “que estàs embarassada?” perquè saben segur que la resposta és que sí.

 

El meu cos, per tant, ha anat prenent forma. La corva lumbar s’ha pronunciat i m’asseguren que començo a caminar també diferent, segurament buscant el punt d’equilibri ara que ha canviat el centre de gravetat. Els pits han crescut una talla o més i tota jo estic més voluptuosa.

 

L’altra vegada ja em va passar: m’agrada. M’agrada sentir-me així i m’agrada com estic, com em veig. M’agrada veure el meu cos canviar dia a dia i adonar-me que res roman, que tot es transforma. M’ajuda, en molts moments, tenir present aquesta perspectiva. Que tot canvia i que res és per sempre.

 

M’ajuda a assaborir cada moment intensament. A estimar profundament aquesta panxa que primer era petitona i podia crear confusió entre embaràs o uns quilos de més. Estimar-la ara també que ja té la forma inequívoca d’estar gestant un nou ésser. Estimar-la quan sigui com una grossa pilota i em costi horrors posar-me les sabates.

 

Assaboreixo els meus nous pits i em meravello del miracle de la vida, que me’ls prepara per alletar el nou bebè. Creixen i pesen i estan durs i forts. Com si diguessin: “ho tenim tot a punt”. Me’ls he estimat quan després de tres anys i mig d’alletar la Laia es van fer més petits i vaig haver de comprar sostenidors nous una talla menys de la que feia servir abans de ser mare. Me’ls estimo ara que creixen sense parar i que van transformant-se per ser l’aliment del meu fill/a durant molt de temps. L’aliment, les defenses, el consol, l’escalf, l’úter enyorat… Me’ls estimaré quan es vagin empetitint altre cop perquè la lactància es consolida i ho faré també quan ja, passat el temps, deixin de fer la funció per la qual ara es preparen.

 

És el meu cos que tot i ser el mateix en essència que el que gestava la Laia fa cinc anys, és completament diferent. Perquè jo sóc diferent, perquè he anat transformant-me, com el meu cos, també la meva ment, la meva manera de fer i de veure la vida, el meu sentir. Perquè he crescut i m’he anat fent gran, com el meu cos, que de ben segur que té més arrugues que als 32 i algun cabell blanc més.

 

Però després d’anys de no acabar d’apreciar el que tenia, fa molt de temps que estimo cada raconet d’aquest cos petit que tinc. Quan gesta un fill i quan no ho fa. El valoro, el cuido i li agraeixo tanta transformació constant. Li dic que no el deixaré de banda tampoc quan sigui més flàccid i més envellit. I que l’estimaré tots els dies de la meva vida: pel que va ser, pel que és, i pel que serà.

 


8.10.2013

 

Mi cuerpo está cambiando a marchas forzadas , me siento en constante transformación física. Al principio era todo muy sutil pero ahora ya no. La barriga ya ocupa su propio espacio todo el tiempo, no sólo por las noches, que es cuando me la veía más grande las primeras semanas. Ahora el embarazo ya es evidente. La gente ya no tiene miedo de preguntarme «¿estás embarazada?» Porque saben que la respuesta es sí.

 

Mi cuerpo, por lo tanto, ha ido tomando forma. La curva lumbar se ha pronunciado y me aseguran que empiezo a caminar también diferente, seguramente buscando el punto de equilibrio ahora que ha cambiado el centro de gravedad. Los pechos han crecido una talla o más y estoy más voluptuosa.

 

La otra vez ya me pasó: me gusta. Me gusta sentirme así y me gusta como estoy, cómo me veo. Me gusta ver mi cuerpo cambiar día a día y darme cuenta de que nada permanece, que todo se transforma. Me ayuda, en muchos momentos, tener presente esta perspectiva. Que todo cambia y que nada es para siempre.

 

Me ayuda a saborear cada momento intensamente. A amar profundamente esta barriga que primero era pequeñita y podía crear confusión entre embarazo o unos kilos de más. Amarla ahora también que ya tiene la forma inequívoca de estar gestando un nuevo ser. Amarla cuando sea como una gorda pelota y me cueste horrores ponerme los zapatos.

 

Saboreo mis nuevos pechos y me asombro del milagro de la vida, que me prepara para amamantar al nuevo bebé. Crecen y pesan y están duros y fuertes. Como si dijeran: “aquí está todo listo». Los he amado cuando después de tres años y medio de amamantar a Laia se hicieron más pequeños y tuve que comprar sujetadores nuevos una talla menos de la que usaba antes de ser madre. Los quiero ahora que crecen sin cesar y que van transformándose para ser el alimento de mi hij@ durante mucho tiempo. El alimento, las defensas, el consuelo, el calor, el útero añorado… Los amaré cuando se vayan empequeñeciendo de nuevo porque la lactancia se consolida y lo haré también cuando ya, pasado el tiempo, dejen de hacer la función para la que ahora se preparan.

 

Es mi cuerpo que a pesar de ser el mismo en esencia que el que gestaba Laia hace cinco años, es completamente distinto. Porque yo soy diferente, porque he ido transformándome, como mi cuerpo, también mi mente, mi manera de hacer y de ver la vida, mi sentir. Porque he crecido y me he ido haciendo mayor, como mi cuerpo, que seguro que tiene más arrugas que en los 32 y algún pelo blanco más.

 

Pero después de años de no terminar de apreciar lo que tenía, hace mucho tiempo que amo cada rincón de este cuerpo pequeño que tengo. Cuando gesta un hijo y cuando no lo hace. Lo valoro, lo cuido y le agradezco tanta transformación constante. Le digo que no lo dejaré de lado tampoco cuando sea más flácido y más envejecido. Y que lo amaré todos los días de mi vida: por lo que fue, por lo que es y por lo que será.

 

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

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