Morir para vivir
Te vas a morir y yo también. Quizás falte mucho, quien sabe, pero tal vez no. No es algo que apetezca,
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Te vas a morir y yo también. Quizás falte mucho, quien sabe, pero tal vez no. No es algo que apetezca,
Este fin de semana ha muerto mi abuela paterna, Rafaela, por culpa de una neumonía a los 85 años. El sábado, el último día que la vi con vida, estaba a su lado, dándole la mano, deseando que se sintiera acompañada. Yo, mientras tanto, notaba los movimientos de Lua en mi vientre, como si supiera que algo importante estaba sucediendo. Imposible, en aquellos momentos, en estos días, no darme cuenta de la trascendencia de todo. Es como chocar de repente en los morros con lo que llamamos de manera algo abstracta, el ciclo de la vida.
Hace días que pienso en la muerte, en el duelo y en el vínculo. El lunes nació Martí y el martes murió. Es inevitable conectar con el dolor de la familia, y de rebote, pensar en todo esto que no controlamos, que es la vida y la muerte. Preguntarnos por qué, en definitiva… buscar respuestas.
Inevitablemente también te intentas poner en su piel y de hecho, te rompes también un poco. Los que tenemos hijos (y quizás también los que no) sentimos cada muerte de un niño pequeño como si pudiera ser también un poco nuestra.