Uno de los grandes problemas de los adultos es que no aceptamos el momento presente. A menudo no nos gusta y nos enfadamos, o nos sentimos castigados y maltratados por una vida que no nos corresponde. Juzgamos el momento que estamos viviendo y a menudo nos negamos a atravesarlo.
En parte tenemos cierta razón; hay momentos que pueden ser muy duros, difíciles o rompedores, pero por más que lo sean, no podremos evitar tener que atravesarlos. Cuanto más “cruzados” estemos, obviamente, peor será.
Pero no sólo hacemos esto, los adultos; a menudo, tampoco aceptamos las personas que tenemos alrededor. Bueno, sí, aceptamos lo que nos gusta de ellas pero no el resto y entonces… queremos cambiarlas.
Muchas veces hacemos estas preguntas: «mi hija hace esto… no ¿debería hacer tal cosa? ¿No debería haber aprendido que…?» Me he dado cuenta que en el fondo hay un ánimo de cambiar lo que me molesta o me desagrada.
Como si los hijos fueran aquel trozo de barro moldeable al que vamos dando forma con nuestras manos, mientras vamos escogiendo cuál es el aspecto que más nos gusta. Al tomar conciencia de lo que a veces hago, también me he dado cuenta que es muy habitual.
Lo veo en las consultas que me hacen madres y padres sobre lo que hacen sus bebés o niñ@s muy pequeños. Pero también… en algunos maestros, en algunas escuelas, en algunos tics de la sociedad para conseguir que aquellos niños y niñas sean como queremos y como esperamos. Como se supone que deberían ser.
Para mí, los niñ@s no son trozos de barro que esperan que nuestras manos les den forma y les digan cómo deben ser. Los bebés, los niñ@s y los adolescentes se irritan, y con razón, cuando los intentamos moldear, cuando los intentamos hacer así o asá, o cuando, muy sutilmente, los intentamos manipular para que acaben siendo lo que nosotros quisiéramos o lo que nosotros esperábamos de ellos. Y eso, el que se irriten y se rebelen, aunque pueda no gustarnos, es bueno.
Pero ¿sabéis qué es para mí lo más curioso del caso? Que lo que intentamos cambiar normalmente es lo que por un motivo u otro ha resonado en nosotros.
Nos molesta su carácter fuerte y quizás es que nosotros lo tenemos más fuerte todavía y eso nos recuerda, en el fondo, esa parte de nosotros que tampoco nos gusta.
Nos molesta que sea quizás demasiado conformista y que no se defienda de los ataques de los otros niños de la guardería y es posible que esto nos recuerde lo miedosos que somos nosotros a la hora de hacer valer nuestros derechos en el trabajo, con los compañeros o con la familia.
Y me pregunto si es que no tienen estos rasgos que nos molestan tanto porque están intentando enseñarnos algo… Algo que quizás tenemos que cambiar de nosotros mismos, no de ellos. Me pregunto si podemos cambiar algo más que no sea como somos o qué hacemos.
Quizás no lo admitiremos, pero con frecuencia también queremos cambiar la pareja y sin decírselo directamente, tenemos la esperanza de que con el tiempo o con los años, lo que detestamos de su carácter o lo que nos molesta tanto dejará de hacerlo y, como por arte de magia, será tal y como a nosotros nos gustaría que fuera.
A menudo queremos cambiar nuestros padres y que dejen de decir o hacer lo que nos hiere y nos reporta a recuerdos que quisiéramos tener desterrados de nuestra cabeza y de nuestro corazón… Y luchamos un día tras otro para que sean diferentes, para que sean como nos gustaría que fueran nuestros padres…
Y no nos damos cuenta que todo esto es en vano y que quizás, lo único que debemos hacer es aceptar. Aceptar de nuestros hijos tanto lo que nos gusta como lo que no. Aceptar de nuestra pareja (si realmente queremos continuar con él o ella) lo que nos enamora y también lo que no tanto. Y aceptar de nuestros padres y del resto de personas cada rasgo, cada característica. Aceptar no quiere decir someternos.
Aceptar significa cambiar la mirada; entender que es importante que averigüemos por qué lo que hacen nos altera tanto. Darnos cuenta que en el fondo, unos y otros no somos tan distintos. Ni de nuestro hij@, ni de nuestra pareja, ni de nuestros padres ni tampoco del vecino del rellano.
Imaginaos que vuestros padres os hubieran dicho alguna vez: «Te acepto como eres. No quiero cambiar nada de ti porque acepto cada característica tuya y porque en todo caso, sólo tú podrías hacerlo. Lo único que quiero que sepas es que estoy aquí… te quiero y te acepto».
¿Os imagináis qué habríais sentido? Aunque no os lo hubieran dicho con palabras… que os lo hubieran hecho sentir profundamente, que os aceptaban tal como erais… ¿No queréis hacer sentir esto a vuestros hij@s? Que sientan que confiáis, que les dais la clave para que sean ellos quienes decidan quién quieren ser y cómo quieren actuar, que sientan que les acompañáis sin el ánimo escondido de hacerlos a vuestra medida y patrón.
Desde hoy, que he puesto negro sobre blanco lo que hace días que doy vueltas, ya puedo decir que la maternidad me ha supuesto dos grandes revoluciones: la del ahora y la del amor porque… aceptar es cambiar la mirada y hacerla más amorosa para abrazar profundamente lo que nos conmueve y también lo que nos remueve.
Y tú, ¿aceptas a tus hijos?
11 respuestas
me has hecho pensar en cómo me criaron, en como cada paso era reconducido, en cómo hasta escogieron mi primera carrera universitaria…
rezo por no hacerle eso a mis hijos!
por cierto! hoy me he acordado de ti!!!!!!!!!! Clàudia, mi hija mayor, ha venido esta mañana mientras nos preparábamos para ir al colegio y muy seria me ha dicho «mamá, he encontrado mi don, seré profesora de inglés» así que tu post de ayer me ha venido rápidamente a la cabeza! La verdad es que es realmente buena, así que haré lo posible por apoyarla si es lo que la hace feliz!
Besos!
Uau, Haydee, enhorabuena! Es fantástico que Claudia te haya dicho eso! Probablemente sea así, si ella lo siente, que es su don, no tengo ninguna duda que lo es. Me alegro mucho. Y siento que intentaran hacerte a «su» medida. Lamentablemente, es más corriente de lo que nos pensamos…
Un abrazo
Buen post.
Ya sabes que en ello ando, aceptando que somos únicos e irrepetibles, con nuestros defectos y nuestras virtudes, y que en nuestra mano esta escribir nuestra propia historia y no repetir la de los demás.
🙂
Te leo. Un beso.
… Y lo estás haciendo muy, muy bien. Un abrazo
Me ha removido este post, ahora veo como hay cosas de mi niño que no me gustan y como intento manipularlo. Suerte que no se deja. Estaré mas pendiente para que no se me cuele por las rendijas la reprobación
No es fácil… en cierta medida creo que en algún momento u otro lo hemos hecho todos. Por eso creo que es importante tomar conciencia de ello, para que se nos encienda un «STOP» grande y luminoso cuando estemos a punto de «darles forma» a nuestra medida… Llevamos generaciones de crianza «dando forma» a los niñ@s y claro, no es fácil romper la cadena. Pero estoy segura que es posible.
Preciós el text i quina facilitat que tens per explicar una cosa tan important; difícil i bonica! I més, ja ho hem dit moltes vegades, quan nosaltres no ho hem rebut. No ens han educat amb aquest respecte i llibertat i , per tant, és fàcil que reproduim actituds sense ser’ne plenament conscients. Estic d’acord amb tu que quan ens molesta una cosa és perquè tenim alguna cosa per resoldre nostra! Per tant,ens hem de mirar nosaltres i deixar els altres en pau…
Gràcies Lali. És cert, durant molts anys s’ha cregut que als nens se’ls havia de «moldejar». Encara recordo haver sentit frases de l’estil «els nens són com els arbres, se’ls ha de podar de ben petits i així que vagin agafant forma»… Ells són intel·ligents i es rebel.len (amb raó) davant de qualsevol tipus de manipulació.
Una abraçada
Que ciertas tus palabras Miriam y que difícil es evitar hacerlo!
Mi hija es muy nerviosa, activa, con carácter fuerte, defiende con uñas y dientes lo que considera suyo y no acepta los «no» con facilidad y eso me saca de mis casillas… intento que sea más tranquila, que no grite, que tal y pascual, nada más intento hacerla a mi gusto…
Pero me doy cuenta que yo también soy muy «dominanta» (y así me lo han repetido hasta la saciedad de bien pequeña…) quizás por eso no me gusta que me hagan peleas de «poder», quizás porque siempre han querido someterme y no siempre lograba escapar…
Pensando bien al respecto creo que tienes toda la razón, a veces es más cosas de nosotros que no nos gustan que cosa de ellos… que difícil es esto de ser madre y cargar con los mil traumas, conflictos y problemas de la infancia… un poco más de empatía e información por parte de nuestros padres nos habrían ahorrado muchos problemas, no solo tenemos que criar a los hijos, sino reeducarnos casi de cero…
Qué importante todo esto que acabas de explicar, Alexia… A veces las situaciones que nos alteran dejan de ser problemáticas en el punto que entendemos por qué nos molestan tanto, qué recuerdos nos traen, qué pasó con nosotros… Con la conciencia, la comprensión, un buen acompañamiento y mucho amor, las situaciones más conflictivas muchas veces dejan de serlo.
Y sí, es cierto; ser madre/padre no es nada fácil. Pero es un aprendizaje enorme que ayuda a crecer en todos los sentidos.
Estoy de acuerdo en aceptar a nuestros hijos tal y como son, siempre enseñándoles y guiándoles, dándoles apoyo y respetando su manera de sentir y hacer las cosas porque son nuestros hijos. Pero hay gente que excusa a su hijo poco respetuoso con estas cosas, en eso no estoy de acuerdo. Una cosa es respetar y otra ignorar y dejar que crezca como si fuese una planta. Además tampoco estoy de acuerdo en aceptar las cosas que no nos gustan de los demás; en mi caso intento comunicarle a la persona lo que tanto me irrita de ella para que intente evitarlo, y yo a mi vez intento tomarme las cosas diferentes, pero de ahí a aceptarlo… Es mi humilde opinión.