Cuando ellos tienen miedo

25.4.2012

Todos tenemos miedo. Quien más quien menos tiene miedo de algo. Y creo que es precisamente por eso que nos da tanto miedo que nuestros hij@s lo tengan. No queremos que sean miedosos, no queremos que tengan miedo de nada, justamente porque sabemos lo desagradable que es tenerlo o mejor dicho, sentirlo. Y… ¿qué hacemos cuando un niñ@ de tres años o menos nos dice que tiene miedo de un monstruo que hay en la habitación? Negamos. Le decimos que no tiene que tenerlo porque los monstruos no existen. Y creemos que esta respuesta le dejará tranquilo y que nunca más volverá a sentirlo. Error.

En diciembre salimos los tres a pasear y nos encontramos con unas atracciones de estas para niños pequeños, los «caballitos» de toda la vida. Laia quiso subir ilusionada. Pagamos los 2 euros que valía un viaje y la subimos a la atracción que escogió. Al cabo de un momento y cuando el señor estaba a punto de ponerlos en marcha, le cambió la cara y se puso a llorar. Tenía miedo. Su padre la sacó de allí y nos devolvieron el dinero. ¿Que al poco se lo hubiera pasado bien? Quizás. Pero si lloraba porque tenía miedo es justamente porque en aquel momento no estaba preparada aún para las vueltas, la música alta,… vaya, por los «caballitos» de toda la vida. Cierto que en algunos casos tienes la tentación de decirle que no tenga miedo, que no pasa nada, que ya verá que será divertido… pero no hay ninguna necesidad de hacerle pasar un mal rato. ¿Quién me dice a mí que ese miedo no es igual de intenso que el que siento yo a veces por otras cosas?

Durante mucho tiempo, generación tras generación, hemos negado los miedos, los propios y los de los niñ@s. Por una única razón: el miedo… da miedo. E intentamos esconderlo, simular que no está… pero de eso los niñ@s no saben y el miedo lo expresan, cada uno a su manera. Recuerdo hace un par de meses, algunas noches Laia se despertaba con pesadillas gritando y asustada. Por suerte fueron pocas, porque su miedo hacía estremecer…

Durante unos días, intentamos elaborarla y era fácil porque ella, en algún momento u otro, lo sacaba a relucir: «La muñeca me ha dicho que tiene miedo, que en la habitación hay un monstruo… ¡Corre, tenemos que escondernos, mamá… que viene el monstruo!» y yo la seguía. Nos escondíamos y yo aprovechaba para preguntarle cómo era, de qué color, qué hacía y por qué daba tanto miedo aquel monstruo. El ser en cuestión empezó a cobrar vida y le poníamos voz, y nombre, y lo convertíamos en amigo nuestro, e incluso un día le pusimos plato en la mesa y comió con nosotros. Poco a poco y a medida que pudo ir elaborádolo, aquel miedo se fue haciendo cada vez más pequeño.

Sé que vendrán otros miedos. Pero siempre he pensado que el miedo es mucho mejor mirarlo a la cara y atravesarlo, eso sí, acompañada. Cuando yo tengo miedo de algo (que también tengo, ¡os lo aseguro!) me gusta contarlo y que me entiendan, y que me digan que tengo la fuerza que necesito para superarlo.

Me gusta que los de mi entorno me den fuerzas y que no me nieguen miedos que quizás para ellos son tonterías pero que para mí, en aquel momento, son reales y crudos como el que más. Los suyos, los de los niños pequeños, no son tan diferentes de los nuestros. ¿Que los monstruos no existen? Y eso ¿quién lo ha dicho? Cada niño tiene sus fantasmas, con sus formas, con sus caras y no creáis: los adultos también. Por eso, por favor, dejemos de decirles que no tengan miedo porque esa frase es inútil y no lleva a ninguna parte. Dejemos de ridiculizarlos porque no tenemos ningún derecho a hacerlo, no les hacemos ningún bien y no somos justos ni con ellos ni tampoco con nosotros, que seguro que cuando éramos chic@s asustados por algo, no nos gustaba nada que nos dijeran: «Pues no lo tengas porque no da miedo».

Dejemos de tener miedo a que sean miedosos porque lo serán mucho más si no nos sienten cerca, acompañándolos para mirar el miedo a la cara. Y sobre todo, seamos lo suficientemente valientes para mirar los suyos, pero sobre todo, también los nuestros.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

6 comentarios

  1. Me ha gustado mucho tu entrada, nuestro hijo tiene 20 meses recién cumplidos y desde siempre ha tenido una conciencia del peligro muy arraigada. No da un paso sin estar seguro, con lo cual pocas veces se ha caído por ejemplo. Esto conlleva que para ciertas cosas tenga su propio ritmo, como con lo que comentas de los caballitos, él también quiere cuando ve a otros niños pero cuando lo hemos intentado es evidente que aún no se siente preparado. Te podrás imaginar lo que ocurrió cuando lo llevamos a la piscina cuando cumplió un año. En fin, que si no controla su entorno no se suelta y no le insistimos. Lo dejamos, tranquilizándolo con la intención de volverlo a intentar mas adelante. Me gusta tu idea de encarar el miedo, de conocerlo acompañado y minimizarlo. Sobretodo con el hecho de que sea acompañado 😉
    A veces como madre me desespero pues sin darnos cuenta tenemos expectativas puestas en ellos y queremos que se cumplan ya pero hay que tenerlos en cuenta siempre. Con eso he aprendido a conocerme yo también.
    Un saludo 😉

    Yaneth
    https://yanethpoints.blogspot.com.es/

    1. Hola Yaneth,

      Cada niño es un mundo y tiene sus ritmos y tempos. A veces cuesta aceptar que quizás preferiríamos que fuesen más extrovertidos, o más cortados, o más alegres o menos miedosos… Pero son como son, no como nos habíamos imaginado que serían. Y piensa siempre que todo pasa y llegará un día que ya no tendrá tanto miedo. Si les respetanos sus ritmos y su proceso…

      Un abrazo

  2. Buenos días,
    Me encanta tu blog. En las últimas semanas mi hija de 2 años y tres meses ha desarrollado miedo a los niños (no a las niñas) porque en un par de ocasiones alguno le ha tirado tierra o dado algún golpe jugando en el parque. Se sube al tobogán y llora si se sube otro niño, juega en la area y se levanta corriendo si viene otro niño, pone cara de pánico si un niño intenta abrazarla… y no sé cómo gestionarlo, la acompaño, la abrazo y le digo que el niño no tenía la intención de molestarla o que todos pueden usar el tobogán… pero la veo desconsala y como dices, tengo miedo de su miedo.

    1. Te entiendo, pero es normal que tenga miedo, especialmente si alguna vez le han hecho daño. Que ahora haga esto no significa que le tengan que dar miedo durante años. Así que respira y paciencia. Esta etapa también pasará. Un abrazo.

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