Esta carta va dirigida a abuelos, suegros, cuñados, tíos, sobrinos, primas, bisabuelos, y todos los tipos de parentesco que os podáis imaginar. Pero también a vecinos, amigos, conocidos y desconocidos.
Seguro que nos ha hecho muchísima ilusión que nuestro hermano, nuestro hijo o nuestro … (lo que sea, poned el parentesco que queráis), haya tenido un hijo. De alguna manera, este bebé es también «algo» nuestro y tendremos relación con él (que no quiere decir vínculo porque quizás esto no se gestará) toda la vida. Es decir, que para siempre será nuestro nieto, o sobrino, o lo que sea…
Estoy convencida de que casi sin haberlo visto nunca ya lo amamos y nos imaginamos cómo será cuando venga a comer a casa, o el día que los padres nos lo dejen un rato o si algún día nos quieren de canguros. Tenemos expectativas, muy seguramente, y mucha ilusión.
Es posible que ya estemos nerviosos los días en que la mujer sale de cuentas y quizás somos los que llamamos por teléfono cada día para preguntar «¿todavía no?», porque tenemos muchísimas ganas de verle.
Por eso, cuando nos llaman para decirnos «ya ha nacido» nos entra como un nerviosismo que nos cuesta esperar un momento en casa antes de ir a verlos corriendo.
Tenía ganas de que hiciéramos todos juntos el ejercicio de ponernos en el lugar del otro. Y lo he dicho antes; entiendo la profunda ilusión y felicidad de los familiares respecto del nuevo miembro de la familia.
Pero ahora situémonos en el otro lado. Tengo ganas de contar qué sienten, tal vez, estos nuevos padres:
1. Supongamos que nos han llamado desde el hospital para decirnos «no vengáis hasta la tarde, que estamos rendidos» o «¿podéis venir mañana? es que ha sido muy largo y tenemos ganas de estar los tres solos»: Intentemos entenderlos.
Aunque quizás no nos han explicado cómo ha ido el parto, pero es posible que necesiten llorar un poco antes de recibir visitas. Quizá han pasado miedo, quizás ha habido algún problema…
Es cierto que el niño está bien y la madre también, pero en unas horas seguro que les han pasado tantas cosas que necesitan, aunque sea un poco, procesarlas. Respetemos lo que nos piden. Pongámonos en su lugar.
Habrá muuuuuuchos días para estar con este nuevo bebé, dejemos que las primeras horas sean sólo para los padres. Necesitan conocerse, necesitan estar juntos, pasar el susto quizás del parto y re-situarse.
2. Supongamos que han pasado unas horas y ya estamos en el hospital a ver a la familia: no cojamos a este pequeño bebé en brazos. Necesita estar en los de la madre y como mucho, del padre. De nadie más. No hay ninguna necesidad, más allá de nuestra impaciencia, para coger este bebé que sólo hace 1, 3 o 6 horas estaba dentro del útero materno. Respetemos SU necesidad de contacto con la madre.
En poco rato el bebé está viviendo muchísimas cosas nuevas y no es un muñeco que nos podamos ir pasando los unos a los otros.
Observemos-le, digámosle cosas bonitas, presentémonos «Hola precioso, soy tu abuela. Bienvenido» y vayámonos conociendo pero desde los brazos del padre o de la madre. Desde el más absoluto respeto por sus necesidades.
3. Supongamos que está mamando, no sabe agarrarse al pecho y llora: Calma. No les agobiemos. Bastante tienen la madre y el bebé para ir aprendiendo eso que a veces puede ser tan complicado como es mamar. No es necesario que nos pongamos de por medio dando consejos que quizás no dominamos.
Lo harán mucho mejor si no ponemos a la madre nerviosa con «hazlo así» o con «a mí me fue muy bien eso o lo otro..» Ahora lo que nos pasara a nosotros no tiene ninguna importancia y más bien, estorba. Mantengámonos a la escucha, al margen y si nos pide ayuda, intervengamos. No antes.
4. Supongamos que ya están en casa y el bebé va creciendo: NO tengamos prisa. Los primeros días y quizás semanas necesitarán acostumbrarse a la nueva vida, al nuevo espacio.
Estoy segura de que muchos tendremos ganas de que vengan a comer el domingo pero ante todo, preguntemos si les apetece, porque quizás no tienen ganas, ellos, y lo que necesitan es estar tranquilos en casa o hacer alguna otra cosa los tres.
Habrá muchos fines de semana, muchas celebraciones familiares, muchos días para disfrutar del nuevo bebé y la nueva familia.
No nos impacientemos. Entendamos que quizá la madre tiene mucha necesidad de estar en casa, de descansar, de recuperarse. Entendamos que un espacio con mucha gente y mucho ruido, aunque sea lo más normal para nosotros, no es el entorno más adecuado para un bebé que acaba de nacer.
Entendamos que quizás ellos, simplemente, ahora no tienen ganas de familia, de la que tenían antes, y en cambio, necesitan llenarse de la que están creando juntos.
5. Supongamos que nos han dicho que este domingo no vendrán y nos sabe mal. Quizás habíamos avisado incluso los vecinos para que vinieran a ver a nuestro nieto: No es un ataque contra nosotros, no es ni que no nos quieran, ni que no quieran estar nunca con nosotros, ni que no nos dejen ver a nuestro nieto.
No tiene nada que ver con todo esto. No es nada personal.
Seguro que tendrán ganas de que seamos y hagamos de abuelos, seguro que tendrán ganas de que establezcamos un buen vínculo con nuestro nieto, pero ¡no hay prisa! Todo esto llegará pero quizás no de inmediato. Y no pasa nada.
Ahora lo único que necesita este nuevo hijo es muchos brazos y teta de la madre y también mucho sostén por parte del padre. Nada más. Aunque nos parezca poco… es mucho.
Y para poder hacerlo con calma, para irse situando, los padres necesitan sentirse libres de compromisos familiares. No tengamos miedo, esta etapa les pasará y volverán a venir a casa y tener ganas de venir a vernos.
6. Supongamos que queremos ayudar, ¿qué podemos hacer?: Pues en primer lugar pedirles qué necesitan ellos. No fijarnos tanto en nuestra necesidad de conocer al bebé, o de cogerlo en brazos y de hacerlo nuestro, sino fijémonos sólo en su necesidad de nuevos padres.
Quizás necesitan que vayamos un día a su casa y les hagamos comida y cena y se lo guardemos en la nevera. O quizás necesitan que les ayudemos yendo a comprar por ellos. O quizás necesitan que saquemos a pasear a su perro hoy que ellos no han podido ni salir porque el bebé no ha parado de llorar, ¡yo qué sé! Lo que os digan. Preguntemos: «¿os puedo ayudar? ¿Qué necesitáis?».
No supongamos que lo que nosotros entendemos por ayuda lo es. Hay abuelos que entienden que ayudar a los hijos es diciendo «tráeme al niño y tú te vas a dar un paseo».
Por mucha buena intención que pongamos, lo que necesita el bebé ahora mismo NO es separarse de la madre y lo que necesita la madre seguramente tampoco es eso. No demos por supuesto que lo que a nosotros nos parece ayudar para ellos también lo es. Y para que no haya errores, lo mejor es siempre preguntar antes.
7. Respetémosles: Respetemos cómo lo hacen aunque no sea como nosotros criamos a nuestros hijos. Si vemos que su manera de criar nos irrita, preguntémonos por qué, pero no les hagamos pagar el pato cuando no comprendamos por qué hacen lo que hacen. Preguntemos, si sentimos curiosidad.
Leamos, sepamos por qué actúan como lo hacen. No demos por supuesto que como lo hicimos nosotros fue lo mejor. Quizá sí, pero quizá no. ¡Quién sabe!
En todo caso, ese bebé NO es nuestro hijo, es el suyo y por lo tanto, estos nuevos padres se merecen todo nuestro respeto.
Transmitamos que les respetamos y que les apoyamos. Seguramente es todo lo que necesitan de nosotros ahora mismo. ¡Y no es poca cosa!
Que fácil y al mismo tiempo que difícil puede parecer, ¿verdad, todo esto? Es normal. Pero pensemos una cosa: ellos no han sido nunca padres y están aprendiendo. Quizá para nosotros todo lo que hacen nos parecen tonterías por las que ya hemos pasado alguna vez. Pero para ellos es todo un mundo. Pero fijémonos: no somos tan diferentes.
Ellos es la primera vez que tienen un hijo y no saben muy bien cómo hacerlo. Pues bien, nosotros quizás es la primera vez que tenemos un nieto, o un sobrino, o… y tampoco sabemos muy bien cómo hacerlo, ni cómo actuar.
O qué se espera de nosotros, o qué quisieran que hiciéramos… Si tenemos dudas, hablemos. Preguntemos, comuniquémonos. Expresemos nuestros deseos y nuestros temores. Acerquémonos, seamos cercanos… Con comunicación todos los procesos de cambio (en este caso familiares) son mucho más fáciles.
Quizás ser abuelo no es una tarea tan fácil como nos parecía al principio…
Pero si tomamos este nuevo «estado» con conciencia, con presencia, seguro que la intuición nos guiará y nos dirá qué debemos hacer y cómo debemos actuar para acompañar de la mejor manera a los nuevos padres.
Si actuamos así, quizás no nos será difícil establecer un vínculo fuerte y sólido con este nuevo bebé que ha llegado a nuestro árbol genealógico.
Con paciencia, conciencia y presencia amorosa y sincera… seguro que será así. Buena suerte.
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2 respuestas
Hola Míriam!
Que bé, com m’ha agradat això que expliques. M’agradaria emfatitzar el que comentes respecte a que, pels nous pares, és la primera vegada que tenen un fill, sí, però també per d’altres és la primera vegada que tenen un nét, un nebot, etc. I segurament tampoc saben com fer-ho! jeje, potser caldria fer classes de preparació per ser avis, tiets, etc., no només classes pels pares de preparació pel part i la criança. Ara ho veig tan lluny, però és un tema molt delicat, es barregen moltes emocions i sovint alguns membres de la família (sobretot avis) pateixen per sentir-se incompresos davant la nova situació que volen viure al màxim, i s’obliden que, davant de tot, es tracta d’un moment molt íntim, en què cada nova família que s’ha creat el vol viure a la seva manera, tal i com senten. Recordo que a nosaltres ens van arribar a dir que el naixement del nostre fill es tractava d’un esdeveniment familiar i que era molt injust el que preteníem fer (iniciar els primers moments de la nova etapa sols, sense pressa, al nostre ritme, no ens venia de gust omplir l’habitació de gent, volíem viure-ho així). Finalment van acceptar i per tots, més tard o més d’hora, va ser un moment màgic. Gràcies Míriam per les teves paraules, de ben segur que aniran molt bé per a moltes famílies que es troben així. Un petó!
MARAVILLOSO…