Cuando vuelves a trabajar y ya eres madre/padre

Cuando vuelves a trabajar y ya eres madre/padre, en tu cabeza hay algo nuevo que no existía cuando ibas a trabajar y todavía no habías entrado en la maternidad/paternidad.

Ahora, cuando vas a trabajar, piensas cosas que nunca habías pensado antes, o no de la misma manera. Por ejemplo: «si pasara algo, tardaría 45 minutos en llegar a casa, y eso, es mucho tiempo».

Hasta entonces, nunca había sido un problema trabajar a tres cuartos de hora de tu ciudad. Ahora, cuando vas a trabajar, aunque tengas trabajo y estés más o menos distraído, hay muchos momentos en que te viene a la cabeza tu hija y recuerdas lo que hizo ayer, como se ensuciaba la camiseta comiendo helado, el beso que te hizo antes de acostarse, o intentas imaginarte qué estará haciendo en estos momentos, mientras tú no estás.

Ahora cuando vas a trabajar, cada vez que alguien te pregunta «¿tienes fotos de ella?» respiras profundamente y piensas (sin decirlo en voz alta) «gracias, gracias, gracias por pedirme que te enseñe fotos… tenía ganas de volver a verla, y ahora ya tengo excusa!».

Cuando vuelves al trabajo tras dos años de no haber ido cuesta mucho concentrarse y hacer lo que habías hecho tantas veces, con la misma celeridad que antes. Es como si todos los engranajes estuvieran un poco oxidados y necesitaran unas horas más para hacer rodar la máquina sin chirriar.

Cuando vas a trabajar y tienes un hijo, o dos, o tres, sales del trabajo con el cohete en el culo, con unas ganas locas de llegar a casa, con la sensación de que te has perdido un montón de cosas y de no querer renunciar a ni un minuto más sin ellos.

Miras el reloj y ya no tienes ganas de hacer nada que alargue o retrase la vuelta a casa. Sólo tienes algo en la cabeza; llegar, llegar, llegar… y abrazar, reencontraros, estar juntos de nuevo.

Cuando hace dos años que disfrutas con tu hija de la lactancia materna, cuando vuelves a trabajar esperas con ansia la primera toma.

Después de tantas horas sin amamantar, los pechos están llenos y notas su peso, y deseas llegar a casa y compartir ese rato. Sabes que le encanta mamar cuando hay tanta leche y sabes que cuando lo haga, las hormonas harán que te entre ese sueño tan agradable, que te hará perder el mundo de vista y volver a lo que de verdad es importante: el AMOR.

Cuando vuelves a trabajar después de tanto tiempo te das cuenta que en el fondo, parece que sólo haya sido un suspiro. Te das cuenta de cómo ha rodado todo sin ti y que ni la rueda te ha echado de menos, ni tú has echado de menos la rueda.

Te das cuenta de lo bien que te ha ido estar alejada durante aquellos meses y años, apreciando otras cosas, yendo a otro ritmo, con otra energía, con otro aprendizaje, mucho más lejos de la razón, de la mente, y mucho más cercano al alma.

Cuando vuelves a trabajar y tienes una hija que está a punto de hacer dos años empatizas mucho más con todas las mujeres y madres que, quizás sin quererlo, han tenido que volver al trabajo mucho antes que tú, echando de menos al bebé, llorando quizás al otro lado de la puerta de casa, porque esa separación sucedía cuando aún nadie estaba listo para separarse.

Cuando te das cuenta de todo esto, te es mucho más fácil acompañar y entender estas mujeres y de alguna manera, te duele que no hayan podido elegir cuando regresaban a «la rueda» y hayan tenido que soportar y superar con fuerza y más de una lágrima, la vuelta sin duda, demasiado pronto.

Cuando tienes una hija de casi dos años y le explicas que vuelves a trabajar y que lo harás de noche, y que cuando se despierte no te encontrará, te das cuenta de lo mayor que está, porque te escucha, te mira y te dice «vale», y sabes que lo ha entendido todo.

Y cuando llega la hora de la verdad, aquel bebé que ya no es bebé demuestra con toda la fuerza, que sí, que lo había entendido, e integra con una madurez admirable el nuevo cambio que se produce en casa, quizás sin muchas ganas , pero con entereza y aceptación.

Cuando vuelves de trabajar y preguntas impaciente a tu compañero «¿como os ha ido?» Y te dice: «muy bien», respiras aliviada y piensas que no hay nada mejor en la vida que saber que tu hij@ está bien, que de hecho, esta tranquilidad no tiene precio y que harías lo que fuera porque nunca se truncara.

Cuando te vas acostumbrando a volver a trabajar y coges el coche para hacer los 45 minutos de trayecto piensas por dentro: «de acuerdo, vuelvo a la rueda, pero la rueda no me engaña, porque ahora sé, de verdad, que lo más importante del mundo, va a estar siempre fuera de ella».

 

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

12 respuestas

  1. Lo has descrito perfectamente, y después de 7 años y en total tres niños esa sensación ya no desaparece, ahora con los mayores estoy deseando que salgan del cole para ir a buscarlos, que me cuenten como han estado y estar con ellos.
    Mi pequeño a veces se queda llorado cuando me voy, se que le dura un minuto, pero te dan ganas de darte media vuelta y quedarte con él.

  2. Precioso. Muy bien descrito. La rueda ya no nos va a volver a atrapar, me encanta cuando dices que lo más importante está fuera de ella. Genial.
    Me alegro de que os haya ido tan bien. Pero no bajes la guardia, quizá haya momentos duros. Tienes que ser fuerte y estar preparada.

  3. Bufff, llegir el teu post em fa tornar enrera en el temps i recordar totes i cada una d’aquestes sensacions. La roda gira, però com bé dius, les nostres prioritats han canviat tant, que ja pot anar rodant…
    Una abraçada

  4. Tenir fills com diu la Núria és sobretot un canvi de prioritats. És d’aquelles coses que et diuen però fins que no experimentes no acabes d’entendre…
    Gràcies altre cop per posar paraules als nostres sentiments! Aquest blog, les teves paraules,… són teràpia!!!!

  5. Gràcies a totes!!!
    @Madrescabreadas, gracias por el consejo, lo tendré presente porque si algún día es más duro, no me pille desprevenida…

  6. Hace poco me reuní con mis antiguas compañeras de trabajo y tuve exactamente la mismas sensación que describes: la empatía con mis compañeras madres es infinita. Que duro debe ser separarse a fuerza y cuando aun no es el tiempo. Por eso me siento afortunada, por tener la oportunidad de que esa separación de mi hija no se diera bruscamente y fuera de tiempo. Afortunada de disfrutarla cada día, de verla crecer, de no perderme de nada. Afortunada de que hoy, casi una año después de ser madre, pueda comenzar a trabajar a tiempo parcial, manejando nuestros horarios, dejándola solo algunos días y por solo unas pocas horas…manteniendo el vínculo y los tiempos casi igual que siempre. Tienes razón el mundo no para, como lo llamas, «la rueda» sigue girando, pero eso ya no nos importa como antes, a veces, no nos importa ni siquiera un poco…nuestro corazón está por fuera de esa rueda. Nuestro corazón late y vibra en casa, con cosas y seres, que hace un tiempo ni imaginábamos siquiera.

    1. Qué bien que estés disfrutando tanto del tiempo con tu hija… y qué bien que seamos tantas que veamos lo importante de la vida, fuera de la rueda. Un beso.

  7. » y sabes que cuando lo haga, las hormonas harán que te entre ese sueño tan agradable, que te hará perder el mundo de vista y volver a lo que de verdad es importante: el AMOR». No podías haberlo descrito mejor.C omo siempre, me encantó leerte…

  8. Encara no hem arribat a aquest punt nosaltres. Pero penso que em sentiré molt identificada en el teu escrit si arriba aquest moment. I estic plenament d’acord en la ultima frase, mentre hi trevallaba abans de se mare ho intuia, però quan va neixer el meu fill ho vaig saber, es cert, lo important sempre estarà fora.
    Molta sort en aquesta nova etapa 🙂

  9. Jo m’hi trobo ara mateix…després d’allargar tant com he pogut la reducció de la jornada, ens ha arribat el moment indesitjable…no!!! Sé que encara no estem preparades però confio en tu, la teva força, sé que ho superarem…

    Ànims míriam!!

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