Empecé el blog en febrero de 2011, en este apartado encontraras más de mil posts sobre crianza consciente, reflexiones, consejos y mucho más para ayudarte a vivir una maternidad y paternidad plena, consciente y feliz. En mi canal de YouTube encontrarás más de 200 vídeos que te ayudaran a poner perspectiva y humor a tu día a día.
Usa el buscador para encontrar lo que necesitas.
Después de mi primer parto, que terminó en cesárea después de una fase de preparto dolorosa que se alargó 3 días, le reproché a mi madre por qué no me había dicho que la fase de preparto podía ser tan larga. Ella hacía ya más de 20 años que se dedicaba a preparar parejas para el parto y la maternidad/paternidad y nosotros habíamos asistido a sus sesiones. La cara de sorpresa que puso no os la puedo reproducir, pero sí lo que me contestó: “¿Perdona? Lo digo siempre, en todas las sesiones cuando hablamos de esta fase: que puedes ni darte cuenta, que puede durar horas, o que puede alargarse días!” El problema no es que ella no lo hubiera dicho (que sí lo había hecho), sino que yo no lo había retenido. ¿Por qué? Pues porque no me interesaba. No me interesaba pensar que justamente yo sería la de fase dolorosa y larga de preparto.
El sábado bailé como si no hubiera un mañana. Bailé como si no hubiera bailado nunca o no pudiera volver a hacerlo jamás. Bailé desde que sonó la primera canción hasta la última, moviendo cada célula de mi cuerpo. El sábado fuimos de boda. Unos buenos amigos, a quien hace 13 años presenté yo misma, decidieron celebrar su amor delante de familia y amigos y fue precioso. Todo: verlos tan felices, emocionarnos juntos, ser felices con ellos, reír, compartir, celebrar… y bailar.
Las dos escenas que os describiré ahora pueden convivir en un mismo día en mi casa. Los dos polos, el ying y el yang, las dos caras de una misma moneda. Estamos todos en el comedor. Él pela una manzana y las tres vamos a pedirle un trozo. Él se rie asegurándonos que la manzana era suya y que siempre se la birlamos casi toda! Le hacemos cosquillas o algo para fastidiar aún más. Reímos, reímos todos. Me tumbo en la alfombra de delante del sofá y en cuanto me ven se me abalanzan: Laia se apalanca sobre mí y Lua viene gateando a una velocidad de vértigo. Ella, pequeña como es, hace fuerza para hacerse espacio entre su hermana y coger un pedazo de mí también para ella. Las subo a caballito y me quejo que me asfixian. Laia me sopla, me hace cosquillas y yo le hago lo mismo entre risas. “Ojo con Lua», decimos él y yo al unísono y acto seguido nos revolcamos las tres en el suelo mientras reímos y chillamos como si no hubiera un mañana.
De la misma manera que conscientemente decidimos tener una hija y luego una segunda, ahora también, conscientemente, hemos decidido no tener más hijos. Sentimos que somos los que teníamos que ser, una sensación que no tuvimos después del nacimiento de nuestra primera hija porque ambos notábamos que todavía faltaba alguien. Ahora no. Ahora tenemos la certeza de que nuestra familia está completa. Y así, con esta decisión consciente fruto de un sentimiento tan sutil y a la vez profundo, me encuentro cerrando etapas.
Lo más difícil de estos primeros 10 meses y medio siendo madre de dos hijas no ha sido la gestión de sus necesidades tan distintas, ni las tardes sola con ellas, ni gestionar los celos de la mayor hacia la pequeña. Para mí, lo más difícil de este tiempo ha sido mucho más profundo y es, gestionar mi necesidad de fusión emocional con Lua, mi necesidad de recogimiento, de silencio, de nido, de ir hacia adentro, teniendo al lado otra hija de 4-5 años que necesitaba todo lo contrario.
El otro día fui a ayudar a una pareja que hacía sólo unas horas que había tenido su bebé, que tenía dificultades para agarrarse al pecho. Volví a aquella planta de maternidad donde tantas horas y días me pasé después del nacimiento de Lua. Cuando el bebé hubo mamado perfectamente de los dos pechos, me fui de la habitación sintiéndome afortunada de haber podido ayudar a esa familia que acababa de nacer… y mientras pasaba por aquel largo pasillo con todas las camas llenas de madres y padres que acababan de tener un hijo, pensé que a todos les escribiría esto: