A mí me dicen que soy una persona extrovertida, pero hay veces que soy todo lo contrario, sobre todo si vamos a algún lugar donde no conozco a nadie o es un ambiente totalmente distinto al que estoy acostumbrada.
Recuerdo hace unos años, cuando íbamos a las comidas de familia de mi compañero (que son no muchos, sino muchísimos!) tenía que respirar hondo antes de entrar y le decía «no me dejes, eh!», porque me sentía insegura…
Cuando era pequeña, había lugares donde me daba mucho palo ir, o mucha vergüenza. Sabía que todo el mundo me preguntaría cosas, gente que yo ni siquiera conocía, y preguntaba «¿tengo que venir, yo?» y la respuesta, a menudo, era que sí.
Todavía ahora hay veces que tengo pocas ganas de ir a según qué sitio, otras en cambio, que sería capaz de organizar un sarao de cien personas. Depende del día, de la época, de cómo estoy, de cómo me van las cosas…
A veces tengo ganas de llamar, quedar, de hacer comidas e invitar a todos a casa, y otras no me apetece porque estoy más «hacia dentro», con mis cosas y con poca necesidad de compartir. Depende. Es como un ciclo, que va y viene. No estoy siempre igual y no quiero estarlo.
Por eso me sorprende mucho cuando se habla de la socialización en niñ@s pequeños. Cuando los adultos deciden que ya es hora que se relacionen con todos, no tengan vergüenza de nada, tengan ganas de compartir y de reír con los que tienen al lado.
Esto no es algo que pueda decidir una persona por otra.
Estamos hablando de estados de ánimo, de sensaciones, de miedos y vergüenza. ¿Cómo puedes decirme que ya es hora de no tenerlos? Ya me gustaría, pero… ¿y si no puedo?
En las escuelas infantiles, los niños interactúan poco entre ellos y hay algunos que no lo hacen en absoluto. Algunas maestras se preocupan y algunos padres también. En parvulario, hay niñ@s que no se despegan de la maestra hasta que no han pasado cinco o seis meses…
Pero es que hay niñ@s que estar dentro de una clase con 25 (¡o 30!) niñ@s de la misma edad que no paran les asusta! (a mí también me asustaría, la verdad…).
Y entonces viene cuando se ponen normas y obligaciones. Que si tienes que jugar con los demás, que si tienes que hablar más, que si deja de estar pegado a mamá, que si ve a jugar con ellos…
Quizás es que no se sienten suficientemente seguros, y hacer esto, intentar apartarlos de nosotros, quitárnoslos de encima, no les ayuda. Al contrario:.
Porque ahora no sólo se sienten unos miedosos, sino que además, ven que no están respondiendo a lo que esperamos de ellos y que, quién sabe, no son como nos gustaría (abiertos, simpáticos, extrovertidos…). Sienten que nos decepcionan. De forma inconsciente se integra un «no hago lo que se espera de mi, no cumplo con sus expectativas».
Que un niñ@ pequeño a cierta edad no tenga ganas de «socializar» es absolutamente normal.
Ellos aprenden del mundo y de la gente a través de la persona con quien están vinculados: primero la madre y el padre, más tarde también canguro, o abuelos, o maestros…
Pueden aprender y socializar a partir del adulto de referencia, a partir de una posición que les dé seguridad y los sostenga.
Si los dejamos solos, si no hay este apoyo para poder observar el mundo sin miedo, no esperemos que se vuelvan extrovertidos de la noche a la mañana sino al contrario… quizás tardarán más. Lo harán, seguramente, pero tardarán más y no podrán hacer los pasos con la seguridad que ellos anhelan.
Dejemos primero que se llenen de vínculo, de figuras de referencia, y que expresen la vergüenza, el miedo, las pocas ganas de relacionarse, sin juzgarlos.
Fijaos bien: seguro que vosotros hay veces que tampoco tenéis ganas de ir a una boda precisamente porque sabéis que allí se tiene que socializar! O a una cena, o una comida de familia, o donde sea.
Intentemos ponernos en su lugar: ellos, eso que yo explicaba al principio, lo viven de una manera mucho más intensa, sin herramientas para resolver las situaciones que les son difíciles… nosotros somos adultos: hemos tenido más tiempo para acostumbrarnos a los encuentros familiares, etc.
Pero forzar un niñ@ pequeño a tener una actitud simpática y sociable cuando no le apetece o no puede, es agresivo y además, a mi entender, estimula la hipocresía.
Si alguno de vosotros habéis venido a mi consulta con vuestro hijo lo sabéis: ¿Cómo actúo? Llegáis, le saludo desde la distancia un momento con un «hola, bienvenido» y no le digo nada más. Al principio me miran con desconfianza y por supuesto, no contestan a mi saludo.
Pero al cabo de un rato… me busca. Se me acerca, me toca e incluso algunos han acabado encima mío mientras hablo con sus padres. ¿Cuál es la diferencia? La aceptación de su ritmo, de sus tiempos para sentirse seguros en ese espacio. El respeto y la empatía.
No me creáis: probadlo. Y veréis lo bien que les sienta no ser juzgados 😉
Entendamos que son pequeños, que hacen su proceso… quizás no tan rápido como nos gustaría pero es el SUYO y hay que respetarlo. Dejemos que puedan vivir el ir «hacia dentro» y llenarse para, más tarde, salir hacia fuera y ¡comerse el mundo!
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11 respuestas
Totalment d’acord. El meu fill gran, fins que no va cumplir 3 anys era el nen més asocials, ranci i tímid que et puguis arribar a imaginar. Jo patia degut atots aquest missatges que has comentat i que jo també vaig rebre. Però quan va cumplir 3 anys es va convertir en un nen tan sociable que tothom se li acosta i no es amor de mare. Parla amb tothom, es simpàtic, tot el contrari del que era abans. la petita segueix el mateix patró i ja no em preocupo. Obliguem els nens a desenvolupar els seus hàbits i la seva personalitat en un moment que potser ells no estan preparats
Hola, Sandra.
Pobres, com devíeu patir cada vegada que algú us deia de paraula o amb la mirada (que també parlen) que el vostre fill era un ranci! I ell… segur que li devien dir «que serio! que no dius res? que no em fas un petó?» Com a mínim, si els pares hi posem consciència, encara que l’entorn els digui aquestes coses, nosaltres podem fer-los entendre que no passa res, que és normal, que els respectem i els estimem tal i com són… Gràcies per explicar la teva experiència.
Una abraçada.
Em sembla un post super encertat, com sempre. Però en aquest cas vaig més enllà: per què això que tu, com a mare, ets capaç de veure i comprendre… hi ha tants altres pares, mestres, educadors, veïns, amics, psicòlegs que simplement no ho entenen?? A vegades, només cal empatia i… posar-hi paraules (o no). Una abraçada!!
Hola, Alexandra!
Doncs no ho veuen perquè tenim tots massa pressa a què creixin, a què siguin com volem que siguin, a què facin el «socialment correcte», a què compleixin les NOSTRES expectatives… permetent massa poc que es mostrin i siguin no com nosaltres desitgem sinó com són en realitat. Ho vaig explicar al post: «ELS ACCEPTEM O INTENTEM CANVIAR-LOS?» i anava precisament d’aquesta manca d’escolta i de la nostra necessitat de què no siguin «diferents» dels altres… En el fons, perquè no pensin que ho fem «malament». Sempre anem a parar al mateix lloc: les mancances, la por, la inseguretat… Per això: No els hi traslladem tots aquests sentiments a ells i deixem-los créixer. És l’únic que necessiten: això i amor a cabassos.
Una abraçada.
Estic totalment d’acord amb tu, Míriam!!!!
Els nens com els adults tenen dies en que estan més oberts i comunicatius i d’altres en que no els ve de gust parlar, saludar o fer gracietes a la gent i això ho hem d’entendre i acceptar.
I a més cada nen té el seu propi ritme de socialització, en el meu cas, a la llar d’infants em tenien super amoïnada perquè els meus fills no hi anaven contents, no s’ho passaven be ni amb les mestres ni amb els altres nens i jo no ho podia entendre. Fins que van arribar a l’escola i oh! sosrpresa, es van tornar els nens més sociables del mon, tan un com l’altre i tots dos a P3. Conclusió: cada nen té el seu procés i l’hem de respectar.
Hola, Anna.
Em sap greu que algunes mestres de les llars d’infants no sàpiguen quines són les necessitats més bàsiques dels infants, que no coneguin els seus tempos, que generalitzin comportaments en nens tan petits… i que posin la por al cos dels pares. Haurien de ser de les persones més informades i preparades. Tenen cura dels nens més petits, no n’hi ha per menys…
Gràcies per explicar la vostra experiència. Un petó!
Querida Miriam: Gracias, gracias de todo corazon por tus acertadas y apropiadas palabras. SOy una madre de un niño de 22 de meses, de un niñito que tiene la suerte de tener un padre que está muy volcado en comprenderlo, en conocerlo, en amarlo… mucho mas que en preocuparse por qué no se relaciona con los niños de la guarde.
Estoy muy emocionada, porque siento que nosotros, mi marido y yo, estamos actuando bien (cuando digo «bien» me refiero con naturalidad) para que mi criatura tenga su propio desarrollo; cuidamos en respetar quién es y como se muestra con las personas (también con nosotros). YO lo veo muy independiente, a pesar de que la gente le dice que es un «madrero». Creo que él nos quiere mucho y nos necesita y por eso le gusta estar «encima de mi» o tocandome el pecho (dicen que es una manía suya, pero a mi me encanta que mi hijo quiera abrazarme y acariciarme, si eso le relaja).
Sólo quería mostrar mi agradecimiento a este post, por ofrecer-me, por ofrecer-nos tus palabras y por compartir tu experiencia. A veces creo que sin eso no podemos crecer y seguir adelante, es necesario compartir nuestras experiencias para no caer en el drama y tener nuevas miradas con las que seguir viviendo.
Saludos desde ALmería… y enhorabuena por el blog… soy una fiel seguidora…
Hola, Ester.
A mi, sinceramente, me preocupan mucho más las personas de 30, 40 o 50 años enganchados a sus madres, o aquello que se dice «madreros» que los niños de 2. Y ojo, cuando digo «enganchados» no me refiero a que tengan un buen vínculo y que se relacionen de una manera estrecha, sinó que no puedan decidir, hacer, vivir, sin mamá. Dependientes de mamá. Pero no es de estrañar… cuando no has podido tener a mamá cuando más la necesitabas, la carencia se prolonga hasta que finalmente uno pueda llenarse suficientemente de mamá… y a veces esto no sucede nunca…
Gracias por tu comentario y por tus palabras. Celebro tener seguidoras también en Almería, gran Tierra!
Besos.
Miriam, me ha gustado mucho, lo has explicado fenomenal! Estoy totalmente de acuerdo en todo lo que dices.. es absurdo como empujamos a los niños a hacer cosas y a comportarse únicamente por motivos propios, para satisfacer necesidades nuestras o tapar miedos propios. Con tu permiso lo comparto porque me parece que puede hacer reflexionar a quién lo lea. Besos!
Hola, Carol!
Gracias a ti, por tu comentario y por compartir. Sí… la palabra es la que has utilizado tu… «EMPUJAR»: les empujamos cuando todavía no están preparados porque tenemos tanta prisa… Quizás si estamos más presentes, más tranquilos, nos será más fácil respetar sus tempos, aunque a veces nos parezcan lentos.
Un abrazo preciosa!
Excelente! Mejor planteado imposible. En nuestro caso mi esposo y yo somos algo introvertidos y exactamente eso esperamos de Gael. Si no llegase a ser introvertido sino lo contrario, pues Amén, pero en caso q sea un poco tímido igual a sus padres pues muy orgullosos y felices lo aceptamos como sea. Saluditos!