No se trata de buscar culpables ni de quedarnos embarrados en el pasado, ni de hacernos las víctimas y esclavos del “es que tuve una infancia difícil y no puedo cambiar”.
Se trata de ver el dolor, reconocerlo, legitimarlo, poderlo llorar y respirar para DARNOS CUENTA de que estaba ahí escondido durante mucho tiempo. Y luego, poder cambiar patrones de conducta, creencias, formas de pensar, de actuar, que están más ancladas en el pasado que en el presente.
Si nos resistimos a indagar en lo que vivimos, en lo que nos dolió, en lo que nos marcó… persistirán las consecuencias de ello en nuestro ahora y aquí.
El dolor necesita ser visto y atendido, especialmente por uno/a mismo/a. Si lo ignoramos, seguirá doliendo aunque no nos demos cuenta y seguiremos actuando presos de esa herida que es de hace mucho tiempo pero que sigue sangrando…
Por eso los “Explora” de mis libros “Rabietas” y “Límites”. Por eso esas pausas para sentir, para recordar y para la autoescucha. Sin el “insight”, no avanzamos. Sin darnos cuenta, no puede haber cambio. Sin silencio y exploración cuesta mucho sanar y convertirnos en las madres y los padres que queremos y que merecemos ser. Ojalá resuene.