Vida y muerte

Hace unos años, cuando era pequeña, tenía miedo a la muerte. Pero no de morirme yo, sino de que se murieran mi madre, mi padre, mis hermanos, mis abuelos…

Después, y tras la muerte de un buen amigo, tuve miedo de que se muriera mi pareja, así, de repente. A veces, este miedo, me había angustiado bastante. Pero como por arte de magia, después de quedarme embarazada, todos estos miedos desaparecieron y curiosamente, sólo me volvía en algún sueño de aquellos tan raros que se tienen cuando estás en estado.

El día que nació Laia, el miedo me volvió de golpe, como un rayo que me atravesó el pecho. Al entrar en el quirófano (era la primera vez que entraba en mi vida), tuve miedo de morir yo y dejar a Laia sin madre.

En el proceso de parto, de dar vida, supongo que es inevitable pensar en la muerte… La vida y la muerte van ligadas y están siempre más cerca de lo que pensamos o queremos creer.

Cuando nació Laia pensé «al menos, si muero ahora, Laia ya ha nacido, está bien, y está con su padre. Está viva» y fui feliz. A mí todavía me tenían que coser y todas esas cosas que te hacen en la cesárea.

Pero pasó el tiempo y durante los primeros meses de mi hija pedía a quien sea que gobierne esas cosas de la vida y la muerte, que no se me llevara, que ella me necesitaba. No me había pasado nunca, ser tan consciente de que puedo morir. Que yo también estoy dentro de esta rueda, y que algún día me tocará.

Supongo que un hijo te conecta con todas estas cosas, con las ganas de vivir, con la vida… y francamente, morirte, no entra ahora dentro de los planes (si es que alguna vez entra).

Cada noche, cuando voy a dormir, deseo seguir viviendo, que podamos verla crecer. Y sobre todo, sobre todo, que ella viva muuuuchos años, muchos, que no se vaya nunca antes que nosotros. Es antinatural y ningún padre ni madre tendría que vivir la muerte de su hijo@.

Perdonad que hoy haya sacado este tema, pero es que también existe y es bueno tenerlo presente para disfrutar más de cada día.