Acompañar

En tribu es mejor

19.5.2011

Algunas veces me han preguntado qué era eso del «puerperio». Es una palabra no muy bonita, lo reconozco, y yo no la había oído hasta un tiempo antes de embarazarme. Cuando entré en este mundo, en el del puerperio (primero a través de libros y luego en propia piel cuando me convertí en madre) descubrí un mundo absolutamente escondido. El puerperio es aquella etapa en la que las madres y los bebés estamos emocionalmente fusionados y en la que no se distingue, casi, donde comienza uno y termina el otro. El puerperio es largo y puede ser un suplicio si la madre está sola. Bueno, sola con el bebé. Como dice Laura Gutman, una madre en puerperio no debería estar nunca sola con el bebé. Pero esto es justamente lo que pasa la mayoría de veces. El compañero se va a trabajar y nosotras nos quedamos horas y horas solas con un bebé que reclama, que absorbe, que pide, que necesita, que demanda…

Digo un mundo escondido porque de esta etapa no se habla. No es agradable decir que nos sentimos solas, que pasamos la mayor parte del día con el bebé haciendo las mismas cosas una y otra vez; alimentarlo, cuidarlo, dormirlo… alimentarlo, cuidarlo, dormirlo… No queremos que sepan que en este momento de nuestra vida, a veces sentimos una soledad extrema y que a la vez, nos sentimos culpables porque querríamos sentirnos felices y alegres, y a ratos, lo que sentimos, son unas ganas locas de salir corriendo. No queremos decir a nadie que tantas horas con nuestro hijo se nos hacen insoportables, que nos sentimos como un bebé desamparado que busca a mamá, que necesitamos como el aire que respiramos alguien que también nos cuide a nosotras.

Cuando una madre llora la gente dice «es que tiene un poco de depresión postparto». No es imprescindible tener depresión para que una madre que hace poco que ha dado a luz llore. Sólo tiene que estar sola durante horas y días con el bebé atendiendo sus necesidades. Nada más. Y no es ni que no lo ame con locura, ni que no lo quisiera, ni que no se sienta absolutamente vinculada a él. Es, simplemente, que la soledad durante la maternidad es tan dura, tan bestia, que hace llorar. Porque nos remueve por dentro y nos recuerda, muy probablemente, momentos de soledad vivida quizás en una cuna, o quizás porque en algún rincón muy profundo, nuestras células aún recuerdan lo sola que se sintió nuestra madre cuando nos tuvo.

Vivimos demasiado solos. Casas de cuatro paredes con tres personas dentro, o dos. Familias diminutas o alejadas a kilómetros de distancia. No conocemos quien vive cerca de nosotros; ancianos solos, «singles», otras familias de dos o de tres… Sin red, sin vínculos, sin ayuda… solos. Nunca había tenido tan claro como ahora lo importante que es tener la familia cerca, los amigos cerca,… y hacer TRIBU. Yo, que siempre había sido partidaria de ir a la «mi rollo» y había huido de los grupos, me encuentro luchando para formar mi propia tribu familiar, de amistades, de madres,… y transmitiendo a otras mujeres lo importante que es unirnos. Porque nos pasan las mismas cosas, porque no hay nadie que nos pueda entender mejor que otra mujer que vive o ha vivido lo mismo que nosotras, porque queremos a nuestros hijos y a los de las otras mujeres y porque los cuidamos como si fueran los nuestros.

El puerperio, en tribu, no es suplicio, es una bendición. Poder afrontar esta etapa acompañadas es un regalo porque nos permite sumergirnos en nuestro mundo más profundo e interno, pero a la vez, sabiendo que hay un montón de brazos que nos sostendrán a nosotras y a nuestro bebé si caemos a ratos. El puerperio, compartido y atravesado con otras mujeres, es un viaje que te transforma y que te vincula a las otras madres para siempre.

Tanto si soys madres como si no, construid vuestra tribu, como los elefantes, que van en manada, donde el dar y el recibir sea la fuente de donde nutriros.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

2 respuestas

  1. Tenim sort de tenir a prop algú com tu que ens fa saber que allò que sentim no és res dolent i que totes les mares han passat per això, encara que siguem incapaces de dir-ho.
    Gràcies Míriam

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