Y todo vuelve…

Raquel hacía cinco meses que había tenido su hijo. Ella decía «tenido» y nunca «parido». Se había pasado nueve meses soñando el parto perfecto que, sorpresa, no había sido el suyo.

La decepción fue máxima y quizás por eso, porque todavía está enfadada, dice «tenido». Desde que nació su hijo Aran, que sabía que tenía una espina clavada. Aquella cesárea que le hicieron tras seis horas de trabajo de parto con dilatación lenta la tiene grabada en el cuerpo, con una cicatriz que aún duele, y en el alma, porque la rompió por un lugar muy profundo.

Sentía que no lo habían respetado y eso la encendía por dentro. Sentía que ella habría tenido que quejarse y no tuvo fuerzas y está enfadada también consigo misma. Sentía que él habría tenido que protegerla más y, un poco, también está enfadada con él por no haberlo hecho. Sentía que todo lo que deseaba se había desmenuzado en un abrir y cerrar de ojos… Pero no quería removerlo.

Con su hijo Aran en brazos intentó centrarse en esto: criarlo. Intentando así borrar lo que tanto le había dolido. «Tienes a Arán, ¿qué más quieres?», le decían los familiares que no entendían nada de nada… Y ella bajaba la cabeza y decía que sí. Porque sabía que remover aquellas aguas levantaría demasiada tierra y todo quedaría embarrado.

Durante esos cinco meses se había dedicado a disfrutar de un niño gordinflón, de mejillas rojizas. Había intentado obviar el dolor de aquella cesárea innecesaria y tirar adelante. No quería quedarse atascada para siempre y si alguna vez le pasaba por la cabeza algún recuerdo referente a ese día, lo echaba de su mente.

Pero Raquel no sabía que todo vuelve. Todo lo que no está resuelto vuelve. La vida, aunque no nos lo parezca, es generosa, y nos da siempre otra oportunidad para reparar.

Víctor llegó a casa con una sonrisa enorme. Entró por la puerta y gritó «¡Raquel!». Ella al oír aquel grito salió de la cocina para ver qué pasaba con tanto ajetreo… «¡Raquel! Me acaba de llamar Xavi! ¡Lina ya ha nacido! «

«Ah sí?» dijo ella con cara de sorpresa… «Sí… hace sólo una hora. Parto natural, todo ha ido súper bien y Geni está estupenda». «Ah… que bien», dijo ella. Y se hizo el silencio.

Xavi y Geni eran sus mejores amigos. Bueno, digamos que Víctor y Xavi eran amigos de toda la vida, y desde que cada uno había empezado a salir con ellas, que los cuatro habían acabado siendo muy buenos amigos. Iban de fin de semana juntos, y se querían… eran, de los del grupo, con quienes conectaban más.

Raquel no se lo esperaba. Geni no le había dicho que estaba de parto y aquella frase que le acababa de anunciar su marido entrando por la puerta la había dejado medio aturdida. Su amiga había tenido el parto que ella quería. Era un sentimiento desagradable: sentía envidia. ¿Por qué Geni sí y ella no? ¿Por qué …?

«Se han puesto de parto a las 8h de la mañana y a la 13h ya nacía… Se ve que ha sido todo muy fácil. ¡Víctor estaba eufórico!» «Ya …»

Víctor ya vio que la noticia no era muy bien encajada. Sabía por qué pero creía que ella eso ya lo tenía superado. ¡No había hablado de ello durante cinco meses! Él estaba convencido de que Aran había compensado aquella cesárea con creces y que su mujer ya tenía ese trauma ubicado en el cajón de «agua pasada». Pero no. Ahora le veía en la cara que él estaba muy equivocado. Le veía que el parto de Geni le había caído como un jarro de agua fría.

– ¿Qué pasa?

– Nada …

– ¿Te alegras?

– Pues claro que me alegro…

– Y entonces, ¿por qué no me lo parece?

Raquel se giró y se fue al sofá. Se tapó la cara con las manos…

– ¡Mierda!

– ¿Qué pasa, Raquel?

– Era como quería parir yo… – Empezó a llorar – No sé… no es que no esté contenta por ellos pero… ¿y por qué nosotros no? ¿Por qué nosotros tuvimos esa mierda de matrona, aquel ginecólogo con prisas… ¿Por qué fue de aquella manera?

– No lo sé… Arán está bien…

– ¡Eso ya lo sé…! ¡Y no tiene nada que ver! ¡Quiero decir que una cosa no quita la otra…!

– ¿Por qué no me decías antes que estabas así todavía?

– Es que no lo sabía… No volvimos a hablar más del parto, y quizás lo necesitaba…

– ¿Sí? Yo pensaba que lo que necesitabas era justo lo contrario… no hablar de ello.

– Pues no. Es de lo que me intenté convencerme pero mírame ahora… incapaz de sentir alegría después del nacimiento del hijo de nuestros mejores amigos…!

– Cariño… lo siento… Tú lo hiciste muy bien… Fuimos a parar a un mal lugar y en malas manos que nos aconsejaron fatal… La próxima vez será distinto.

– Siento que no estuve a la altura…

– Raquel… lo hicimos tan bien como supimos… Todo era nuevo, yo estaba cagado, tú también… e hicieron con nosotros lo que quisieron… Pero Arán está bien y ya ha pasado…

– Ya lo sé… pero yo todavía tengo un nudo aquí dentro… Todavía duele…

– Pues sácalo… Y hazlo antes de ir a ver a Geni, que ella no tiene ninguna culpa de nuestra cesárea.

– ¿Que crees que no lo sé!? ¡Como si fuera tan fácil!

– Perdona… no quería hacerte enfadar…

En ese momento oyeron que Aran se despertaba… ya había hecho suficiente siesta o los había oído con aquel tono que incomodaba.

Raquel se secó las lágrimas y le dijo «¿Puedes quedártelo un momento y voy a ducharme?» «Claro».

Entró al baño y puso en marcha el agua. Quería llorar y quería hacerlo libre, sabiendo que nadie la escuchaba, ni la compadecía, ni le decía que no llorara. Sabía que desde el comedor, él no lo oiría. Entró en la ducha y cerró la mampara. Puso la cabeza bajo el agua y no paró de llorar hasta que, diez minutos más tarde, oyó que él llamaba a la puerta:

– Raquel… ¿todo bien?

Hizo de tripas corazón y dijo «Sí… sólo estoy llorando mi cesárea «.



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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

5 comentarios

  1. Míriam, m’ha emocionat molt el teu conte. Jo ara estic de 4 mesos i m’estic plantejant com tenir el part, si a casa o en un hospital on facin el part respectat (cosa que hauria de passar a tots els hospitals…). A la vegada, però, em fa por pensar massa en com m’agradaria que fos el part, per si després no es pogués fer realitat per qualsevol motiu i intento pensar que el que realment vull es que bebè estigui bé… no sé, a vegades ens sotmetem a massa pressió… em recorda una mica, salvant les distàncies, les mares que volen alletar i no poden, pel motiu que sigui, i se senten culpables tota la vida… fem el que podem, i molt mes, i no sempre ho podem controlar tot. una abraçada!

    1. Hola, Paqui!
      Enhorabona, en primer lloc! És normal que pensis totes aquestes coses… a vegades és molt difícil no pensar en quin seria, per nosaltres, el nostre part ideal, no crear expectatives… Perquè en tenim tantes ganes, volem que vagi tot tan bé… Tens tota la raó: fem el que podem tan bé com sabem! I no… potser la gran lliçó que hem d’aprendre és justament aquesta: que no ho podem controlar tot. Per sort!
      Una abraçada

  2. M’ha emocionat moltíssim aquest post, he plorat i tot! Jo no vaig tenir cesària (pels pèls) però el meu part no va ser gens respectat, tot instrumentalitzat. I l’epidural em va deixar seqüeles durant dies… no vaig sentir com naixia el meu fill, no sentia com emputjava… res. Però quan em preguntaven deia «tot bé, el nen està bé», però dins meu sabia que no estava gens satisfeta amb com havia anat. Tinc claríssim que al proper vull decidir on parir, amb qui, i sé que podré fer-ho.
    El teu blog és fantàstic. Felicitats per la teva recent maternitat!

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