PATUM

21.6.2011

 

Me gusta la Patum, me gusta mucho. Entrar en la Plaza de Sant Pere, llena de gente, oir el tabal… se me pone la piel de gallina. De pequeña mi padre ya me llevaba a la Patum infantil, y no sé si esto ha tenido algo que ver en que, cada vez que voy, me emocione sin ni siquiera haber oído la primera nota del tabal. Este año no puedo ir, quizás por eso tengo ganas de recordarla y de explicaros como la siento yo.

 

Para mí la Patum es como el final de una gestación. Sí, como los últimos momentos de vida intrauterina de un bebé. Para mí la plaza es como un gran útero, donde ya no hay más espacio, donde no cabe ni un alfiler, como cuando el bebé ya no puede esperar más a salir de aquel vientre que le ha acogido durante nueve meses. ¿Y qué hace entonces? Envía la señal química en el riego sanguíneo de la madre para que arranquen las contracciones. Entonces empieza a sonar el tabal, con ese ritmo tan conocido y tan integrado por cualquier patumaire. Algunos comienzan a saltar, otros todavía no, esperando que salgan las comparsas que corresponde. A muchos, la mayoría, diría, se les pone la piel de gallina, al igual que a una madre a quien le empiezan las primeras contracciones, que siendo un montón de emociones a la vez porque sabe que al cabo de unas horas podrá abrazar, finalmente, a su hijo.

 

Y entonces comienza la danza continuada. Primero los turcs i caballets, después las maces, más tarde las guites,… con toda la gente de la plaza moviéndose al compás, saltando, como la mujer que está en trabajo de parto, que a veces salta o baila sin ni siquiera ser consciente de ello, mientras las contracciones, una tras otra, se la llevan a un estado nuevo, desconocido, mientras su pelvis se va abriendo, y el cuello del útero se va dilatando centímetro a centímetro.

 

Llega el baile de l’àliga; es como una parada en el camino, un momento solemne, quizás uno de los más emocionantes, un baile del que no puedes no girar al mismo tiempo, en el que no puedes despistarte, porque sabes que si no te arrodillas cuando toca, la cola del águila (si estás cerca), te puede hacer daño. Como cuando dilatas hasta 7 u 8 centímetros, esa línea que cuesta tanto traspasar, cuando parece que no podrás continuar, cuando el esfuerzo ya parece inhumano y sabes que ahora, nadar a contra-corriente, puede ser nefasto. Es probablemente el punto culminante de la dilatación, cuando puedes sentir temblores, cuando ya no controlas ningún rincón de tu cuerpo, que actúa, totalmente, por instinto, como un animal.

 

Y la Patum continúa con los nans vells, los gegants, los nans nous… todavía un buen rato más porque hay que hacer una segunda ronda antes de la traca final. Como la dilatación, como las contracciones, que no hay pocas. Bailándolas, respirándolas… Primero sube, sube, sube… y cuando parece que ya no puedes más, baja, baja, y baja. Un instante y vuelve a empezar, y te tienes que mover, tienes que mover la pelvis, debes abandonarte a ese baile interminable que parece que no llegará nunca al final.

 

Pero llega. Y todo el mundo se prepara, se apagan las luces y se dice por megafonía que hay que extremar las precauciones. Que el momento es importante y que hay que girar a la vez, al revés de las agujas del reloj. Como cuando la dilatación ya es completa y comienza el expulsivo. El bebé ve por donde debe salir pero puede tener miedo, al igual que la madre, que tiene la sensación de que se va a resquebrajar por dentro. Comienza el salt de plens, el clímax de la Patum, cuando se llena de fuego y de humo, cuando todo el mundo debe seguir el mismo paso, si no quieren patinar y caer. Cuando no vale empujar, porque hay peligro de hacerse daño en la bajada de debajo del tabal y recibir más de un pisotón. Porque como en un parto, no sabes nunca cómo acabará el salt y nunca sabes si, de repente, alguien encenderá la bengala que anuncia que alguien se ha hecho daño, y que hay que pararlo, encendido de luces y final. Como en un parto, que nunca sabes si acabarán encendiendo las luces y acabarás tumbada en la mesa de un quirófano preparada para sufrir una cesárea. Así de golpe, como un coitus interruptus. Como cuando un salt de plens se detiene a medias, con ese regusto de Patum inacabada. Como cuando el parto no es como querías, con esa sensación de parto inacabado, sin sentir como el bebé se abre paso y lo recibes, húmedo y caliente, en un estallido de gozo y vida que te llena por dentro hasta extasiarte de felicidad.

 

Y cuando parece que todo se acabó, el momento que más me gusta de toda la Patum: el Tirabol. Un mar de gente girando en la misma dirección, con los sombreros en la mano, cantando y gritando de alegría, felices de haber vivido una nueva Patum, que es la de siempre, pero que ninguna es igual que la anterior. Como los partos, que son los de siempre, pero no hay ninguno que sea como otro. Ese momento de reencuentro, cuando la nueva familia se une en un abrazo, cuando se dice el «Bienvenido, hijo mío. Soy yo, mamá, y te quiero». Es aquel Tirabol, tres almas danzando juntas, felices de reencontrarse, en una explosión de oxcitocina, la hormona del amor, que se extiende, y que perdura para siempre, en el recuerdo de aquel día, de aquella Patum que vivimos, o de aquel parto que nos permitió volver a nacer.

 


(Es la primera vez que cuelgo una foto de Internet pero es que cuando he ido a Patum, no he tirado fotos ;)).

Si no sabéis qué es eso de la Patum ni lo del salt de plens, aquí tenéis un vídeo. Lo acabo de ver y tengo otra vez la piel de gallina, no lo puedo evitar!

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

10 comentarios

  1. Gran, gran, gran metàfora. Tots els conceptes i passes apresos la setmana passada al curs de parimenta passats pel sedàs d’una gran festa. Les festes que te la posen de gallina.

  2. M’ha encantat, Míriam. Avui et retwitejo. Per cert, a mi la Patum sempre em posa la pell de gallina. M’hi ha faltat una metàfora, només, la de l’olor de la vidauva -no sé si s’escriu així- i l’olor de sang del part. Petons.

  3. No he estat mai a la Patum, no m’agrada, em fa por. Tot i així fantàstiques les teves paraules, m’has fet plorar, una vegada més…
    Magnífic.

  4. Ostres Miriam, Fantastic….Jo que soc tant patumaire m´he sentit arrossegada per les tevas paraules, mes que el part, que m´ha agradat molt tot el que expliques a mi m´has fet recordar la Patum que vaig pasar amb la Núria a la panxa….
    Aveure si l´any que ve podeu venir tots junts a Patum.
    Una forta abraçada

  5. Uff m’ha encantat el teu escrit!! Pell de gallina la que tenia jo quan llegia. Jo tampoc podré ser a Patum aquest any perquè estic esperant una nena per aquest dies, així que imagina’t com he relacionat tota la Patum amb el meu pròxim part.
    Gràcies per fer-ho disfrutar d’una manera diferent.

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