Placer de la vida

Pequeños-grandes placeres

3.5.2012

Hay placeres que son muy pequeños pero a la vez, infinitos… no por lo que duran sino por lo que significan o por lo que suponen. Tengo una lista larga en mi vida, y evidentemente, también desde que soy madre. Hoy, sin embargo, quería hablar de los pequeños-grandes placeres de aquella etapa tan fusional, del primer tiempo del puerperio que sí, ahora ya me queda muy lejos, pero de vez en cuando, me gusta recordarlo.

Para mí era un pequeño-gran placer el tiempo de ducharme. Para cualquier mortal no significa prácticamente nada pero para una madre que hace pocos días que ha parido y que tiene un koala encima durante prácticamente las 24 horas del día, los cinco minutos que tardaba en ducharme eran increíbles. Desnudarme y verme aquel cuerpo, con unos pechos enormes que no paraban de manar leche, con una cicatriz que me dolía… era raro porque no lo reconocía como mío. Me sentía extraña en mi propio cuerpo pero no era una sensación desagradable. Abría el agua, siempre muy caliente, y cerraba los ojos. Sentía placer. Era como si el agua me renovara, me sacara parte del cansancio, parte de las horas de sueño que me faltaban, parte del estrés de la cesárea … y hacía un paréntesis, una pausa, para recuperar fuerzas y volver a empezar. Es cierto que muchas veces paraba el agua porque me parecía haber oído Laia llorar, que a menudo sufría e iba más deprisa de lo que me hubiera gustado enjabonándome porque tenía miedo que ella se despertara y yo no estuviera a su lado… Por este motivo, al principio, siempre me duchaba cuando había alguien más en casa. Él, mi madre, una amiga… porque así podía relajarme y conseguir que esos cinco minutos fueran sólo míos.

En aquella época era un auténtico pequeño-gran placer adormecerme mientras daba el pecho. Recuerdo que ella empezaba a mamar y a mí me entraba aquella sed feroz que me obligaba a beber agua sin parar, pero al cabo de un rato lo que me venía era un sueño dulce que me hacía poner más cómoda aún y abandonarme a un sueño placentero, reparador, reconfortante y extremadamente agradable. El mío no solía durar más de veinte minutos pero me parecía haber dormido una eternidad…

Siempre lo ha sido, pero recuerdo que los primeros meses era un placer no pequeño sino inmenso, encontrarme con mi tribu. Compartir las mismas experiencias, tener vida social dentro de una vida de 24 horas dedicada a nuestra hija a nado en un puerperio desconocido que me devoraba. Saber que los jueves nos encontrábamos, que nos reíamos hasta tener agujetas en la cara y que cualquier cosa que explicara, ellas lo entenderían, me parecía un placer indescriptible… y aún me lo parece ahora.

También lo eran algunas llamadas laaaaargas de teléfono. Sí… Recuerdo que muchas veces, por la mañana, cuando Laia hacía aquella nueva siesta encima mío después de haber soltado el pezón, sonaba el teléfono y era Mónica… o la llamaba yo, daba igual. A muchos kilómetros de distancia, una madre que estaba en la misma postura que yo, haciendo el mismo «trabajo»… y hablábamos, o llorábamos, o nos reíamos y sobre todo… nos apoyábamos. Era un placer y a veces la llamada duraba toda la siesta de nuestros hij@s… Vivir el puerperio en compañía, poder compartir con otras mujeres en puerperio, me resultó un placer indescriptible.

Y por último y no menos importante… era un placer sabernos tres. Estar todos juntos en casa, al atardecer, o por la mañana, levantarnos a la vez. Sabernos tres y abrazarnos dos mientras nos decíamos al oído que éramos felices en ese nuevo estado. Abrazarnos después de la experiencia más bestia de nuestras vidas y mientras nos adaptábamos a tener una familia, muy diferente de lo que éramos y lo que teníamos antes de agosto de 2009. Abrazarnos y querernos sabiendo Laia cerca, feliz y viva, era uno de los placeres más profundos e infinitos que he vivido nunca.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

2 comentarios

  1. Guapa novament m’ha posat la pell de gallina llegir el teu post, i m’ha fet molta il.lusió que m’hi anomenis. Per mi també era un plaer compartir per telèfon aquestes experiències i de fet ara també ho és, mil gràcies

    1. És que ens en fèiem un fart, eh!? Sort que teníem tarifa plana, que sinó ens arruinàvem segur!!! 😉

      Gràcies per ser-hi. Tu i tota la teva família!

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