Sensores de movimiento

Sensores de movimiento

13.4.2011

Este texto va especialmente dirigido a las personas que no tengáis hijos y queráis tenerlos algún día. Es muy importante que sepáis que los bebés tienen un sensor de movimiento incorporado en algún lugar de su cuerpo que, por ahora, todavía no he sabido encontrar, pero la cuestión es que lo tienen. Se trata de un sensor hipersensible, de una tecnología punta que me extraña que los estudiantes de la Universidad Politécnica no hayan realizado ningún proyecto de final de carrera, porque el tema lo vale.

Yo no lo sabía, que los bebés tenían este sensor de movimiento. Fue con el nacimiento de mi hija que lo descubrí. Ella era muy pequeña, de sólo unos días, cuando vi que sólo quería estar encima nuestro (mío o de su padre). Mientras respiráramos o nos moviéramos de alguna manera (por pequeña que fuera), todo estaba bien y ella dormía como un lirón. Pero si por algún motivo el que la tenía encima tenía que dejarla un momento en la cuna, o en el sofá, o donde fuera para, por ejemplo, ir a hacer un pipí, automáticamente notaba esta ausencia de movimiento y se despertaba. La volvías a coger, la acunabas un poco en los brazos y se volvía a dormir; se desactivaba la alarma del sensor y todo volvía a la calma. Este sensor, ultra sensible, también se activaba cuando, ya de mayor, una vez la había puesto a dormir, yo intentaba salir de la habitación para, por ejemplo, ir a cenar. Yo salía de puntillas, sin hacer ruido (¡lo juro!), pero ella lo oía todo, lo notaba todo y se despertaba. El sensor se activaba y entonces yo tenía que volver a dormirla, y todo ello hacía que muchas veces, acabara cenando con ella encima (¡era la mejor manera de no morir de hambre!).

El sensor de mi hija era tan sofisticado y tan bueno que cuando ya tenía unos cuantos meses y la dormía a base de pasear por casa a un ritmo a veces incluso frenético, si intentaba detenerme y sentarme en alguna silla para poder descansar, cuando me agachaba cinco centímetros, se despertaba. Ya me tenéis volviéndome a poner de pie y volviendo a pasear a todo trapo pasillo arriba, pasillo abajo. Mi hija no hacía distinciones en esta cuestión y a su padre también le hacía exactamente lo mismo. Por aquel entonces ya la paseábamos con una mochila marca Manduca, porque sino, ¡a estas alturas los brazos me habrían caído al suelo y ahora sólo tendría muñones!

Pero lo peor venía al día siguiente, cuando yo, desesperada, le comentaba a mi madre que el sensor de mi hija era extremadamente bueno y que quería que la tuviera todo el día encima y en movimiento. Entonces ella me decía dos palabras mágicas «gestación extrauterina» y yo callaba porque me sabía todo lo demás… Mi madre, mucho antes de quedarme embarazada, me había explicado qué caray era eso de la gestación fuera del útero. Me había contado que los bebés humanos nacen antes de tiempo, mucho antes que cualquier mamífero, y que necesitan unos nueve meses más hasta poder dejar los brazos de los adultos, el contacto y el movimiento, y empezar a moverse por sí solos (gateando, reptando…), vaya, empezando a ser un poco independientes. Os aseguro que me lo sabía. Si me lo hubieran pedido en un examen habría sacado excelente, de verdad. Pero en aquellos momentos, con un bebé en brazos, con la maternidad reciente en la espalda y con un cansancio de aquellos de campeonato, la gestación extrauterina se me hacía tan difícil…

¿Y qué hacía entonces? Pues respirar hondo, volverme a aprender la lección, abandonarme a lo que «era» sin juzgarlo ni etiquetarlo, sin buscar métodos mágicos ni fórmulas que iban en contra de mi instinto y aceptar que mi hija quería estar en brazos, quería estar con nosotros, sentirnos cerca, sentirnos respirar y movernos (como cuando estaba en la barriga). Que quería contacto y seguridad, y que pedía lo que le tocaba. Nada más que lo que necesitaba. Entonces, en vez de enfadarme e intentar desactivar el sensor de movimiento, empecé a apreciarlo como se merecía. Porque gracias a él, gracias a aquel sensor, la vida de mi hija era mucho más agradable, confortable y segura. Y eso ya lo tiene, en su mochila, para toda la vida.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 comentarios

  1. L’Adrià també va fer un llarg període de gestació intrauterina. Et llegia i semblava que parlaves de mi amb el primer fill. El vaig dur tant de temps a sobre i penjat que el cotxet es va quedar pràcticament nou i vam tenir la sensació que comprant-lo, havíem llençat els diners.

  2. L’Ivet feia igual, crec que tots els nens tenen aquest sensor tant sofisticat, el problema és que hi ha pares que aconsegueixen desactivar-lo (pobres fills), jo amb l’Ivet, ni ho vaig intentar, a mi m’agradava dur-la sempre a sobre!!! Ja veurem com ho faig amb el que ha de néixer, però de moment tinc intenció de fer igual.

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