1.6.2011
Hace unos días que en casa tenemos una conversación demasiado recurrente. «Sufres demasiado«, me dice mi compañero. Me lo dice porque desde hace unas semanas, Laia ha empezado a tener un único objetivo durante el día; subirse a todas partes; encima de mesas, muebles, o lo que sea, para hacer aquello de «más difícil todavía». Y yo hace días que sufro. Ayer, cuando me dijo aquello del «Sufres demasiado, ella misma tiene que ver dónde está el peligro«, pensé que era hora de coger el neopreno y la bombona de oxígeno y sumergirme en mi inconsciente para encontrar por qué demonios me lo paso mal cuando veo que hace según qué.
No me hizo falta descender mucho: porque veo en ella lo mismo que veo en su padre. Que le gustan los retos, las alturas, la velocidad,… y que no tiene miedo. Porque cuando sube o cuando su padre la baja esquiando por una pista nevada, veo en su cara que disfruta, que le gusta. Porque cuando llegan donde estoy yo ella dice: «Más» y porque cuando la lleva en bici le dice: «¡Más rápido!«. Es fácil deducir que me da miedo, que tengo miedo que se haga daño, y que tengo miedo que de mayor, le guste el esquí fuera pista, el alpinismo, la escalada, el descenso en bici, el puenting, y no sé cuántas cosas más… como a su padre.
Pero no basta, tengo que ir más abajo. Me sumerjo más en mis aguas porque esta explicación es demasiado fácil y porque no es suficiente para tener el miedo visceral que tengo cuando pienso en ella practicando estos deportes. Y entonces sólo me viene una palabra en la cabeza: PAU.
«Hola, ¿qué tal? ¿Estás por aquí? ¿Vamos a tomar algo?» Esta soy yo, un sábado por la noche de julio. «¡Hola! Ostras no… estoy en Girona, estoy en una boda… ¡Lástima! Mira, mañana me voy a los Alpes pero vuelvo el próximo domingo. Cuando llegue te llamo y quedamos que vamos a cenar el lunes o el martes, ¿ok?» Este es el Pau y esta es la última conversación que tuvimos. La semana siguiente, el domingo, no me llamó, pero lo encontré normal porque creía que estaba cansado después de tantos días escalando en los Alpes. El lunes tampoco, pero lo atribuí al cansancio y a que siempre tenía mil historias que hacer. El martes a primera hora de la mañana supe que el día antes había ido a trabajar y que su hermano gemelo, su novia y su madre se iban hacia Italia para ver dónde estaba y qué había pasado. Hablé con la madre y el hermano; conversaciones tensas en la que nadie acaba de decir ni lo que siente ni lo que piensa. «Te digo algo en cuanto tenga noticias», me dijo Nuri.
Aquella semana me habían destinado (para cubrir bajas del verano en la radio) al tráfico. Me tocaba informar del tráfico durante 4 días desde un edificio lejos de Catalunya Ràdio. Estaba en medio de Barcelona en un lugar donde no conocía a nadie, sola en una sala y entrando en directo casi cada cuarto de hora. Fue horrible estar sola y vivir la angustia en esa sala. Las horas se me hacían eternas pensando qué demonios debería haber pasado. Nos llamábamos con los amigos y nos decíamos que seguro que estaban bien, que eran experimentados, que había hecho mal tiempo y que deberían estar en algún refugio, o que habrían hecho un iglú con la nieve o… A ratos podía estar tranquila y confiar, pero de repente me venían muchas ganas de llorar y me iba al baño, pero al rato me decía «no llores, que seguro que no ha pasado nada» y así, con angustia, nervios y el estómago cerrado, llegó el jueves a las 21h.
Recibí un sms de la madre de Pau. Lo tengo grabado en la memoria: «Los han encontrado. Estan muertos. Se los llevó una avalancha cuando bajaban».
(…)
No pude volver a hacer antena, aquella noche. Mi jefe me dejó marchar a casa, donde me esperaba Marc, para abrazarme y acompañarme. Sabía cómo hacerlo porque él mismo había vivido la misma situación más de una vez, por desgracia. De todo ello hará seis años, y cuando se acercan aquellos días, todo me vuelve a la memoria, y me viene más miedo y añoro más aquella cena que no tuvimos.
Ya sé cuál es el origen de este miedo a veces irracional con Laia. Pero ella no tiene la culpa y debe poder trepar, explorar, jugar, correr y disfrutar sin que su madre la agobie, cada dos por tres, diciéndole que se puede hacer daño. Porque en el fondo se, aunque a veces me cueste aceptarlo, que ella hará lo que tenga que hacer, vivirá lo que tenga que vivir y pasará lo que tenga que pasar.
11 respuestas
Es una historia muy triste, ¡lo siento!.
Mi hijo se sube a todo, es como un monito. Y ya se ha llevado muchos golpes en la frente y en la cabeza, su estado natural es tener un chichón permanente. Me preocupa, me preocupa, pero no es lo que más. Creo que él tiene que saber dónde está su límite, en algún momento se volverá más prudente… ¡espero!.
Uf!! vaya historia Miriam! no me extraña que te de miedo…
Siento mucho que perdieras a un amigo en esas circunstancias, debió de ser horrible (y debe seguir siéndolo), pero creo que la clave con tu hija la has dado tú misma al final del post. La niña no tiene la culpa ni debe pagar por lo que ocurrió hace seis años.
Ella tiene derecho a explorar, a trepar, escalar, correr y saltar y si en el futuro le gustarán o no los deportes de riesgo…eso no lo sabemos.
En cualquier caso, todas las madres sufrimos cuando vemos a nuestros «cachorros» arriesgarse así…es la naturaleza mamífera y tendremos que vivir con ello 🙂
Muchos besos!!!
Pilar
Me ha emocionado mucho tu entrada, yo también perdí a un gran amigo en un accidente y como tu, un domingo hablé con él por última vez quedando para cenar la semana siguiente y nunca más…
Pero como tu dices hay que sacudirse el miedo, no podemos transmitirles nuestros miedos a nuestros hijos, debemos dejar que vuelen solos, experimenten, se caigan y aprendan a levantarse, intentando protegerles claro. Sólo así conseguiremos que sean adultos capaces de decidir por si mismos. Un abrazo!
Te comprendo perfectamente, y más con la experiencia que tuviste. Creo que todas las madres padecemos ese miedo que dices. Mi marido también me dice que me preocupo demasiado, que los deje que se estrellen y aprendan, pero yo no le hago caso. Supongo que nos complementamos en ese sentido y logramos cierto equilibrio.
Un placer leerte, como siempre.
Nosotros también tenemos un Pau, que pena , que duro y como se les echa de menos. Un abrazo
Perder a alguien a quien quieres, de esa manera, te hace aferrarte más aún a quienes quedan a tu lado. Yo no he perdido a nadie así, pero también tengo miedo, mucho, desde que soy madre, porque sé que si algo le pasara a mi pequeño, ni podría, ni querría vivir. Pero también quiero que viva, que experimente y sea feliz. Así que tendré que ir aprendiendo a controlar mi miedo. Un beso
Hola miriam, trobu molt interessant el teu blog, molt ben escrit i amb sentit de l’humor, 🙂 encare no t’he sentit mai a catlauunya radio, i mira que escolto bastant la radio, pero jo soc mes de rak1 , :)_
en fi, que m’ha emocionat aquest post que parles del Pau. Saber coses d’ell per una altre persona es molt ineteressant, sobretot , si s’estimaven de veritat, i ja es veu que si. gracies.
I ens veiem al 25 juny, he? aviam si pots.
una abraçada i feliçitats pel blog!
Hola Miriam!
Quanta raó que téns amb això del patir. Jo sóc mare de tres, i molt, molt patidora també. Els temes pels que es pateixen van cretxent amb l’edat. Una amiga meva, mare, diu que els fillis són «una presó sense barrots», i jo afegeixo que encara no sé dé ningú que havent-hi entrat vulgui sortir-ne.
Felicitats pel blog!
Lali, tieta del Pau.
El Pau era algú molt especial.
El seu record, el que em va ensenyar, el que va aprendre de mi,… (com diu ell) és una font inesgotable de desig de viure.
El trobo molt a faltar, però …
no m’arrepenteixo de haver-lo deixat volar des de petit i d’haver gaudit de les seves aventures,
i pren com a meves les paraules de com diu Mikel Laboa:
«Si li hagué tallat les ales hauria estat meu, no hauria escapat. Però així hauria deixat de ser ocell i jo… el que estimava era l’ocell»
Nuri
La mare del Pau, la Nuri, em fa arribar aquest missatge perquè el publiqui:
«El Pau era algú molt especial.
El seu record, el que em va ensenyar, el que va aprendre de mi,… (com diu ell) és una font inesgotable de desig de viure.
El trobo molt a faltar, però …
no m’arrepenteixo de haver-lo deixat volar des de petit i d’haver gaudit de les seves aventures,
Prenc com a meves les paraules de com diu Mikel Laboa:
«Si li hagués tallat les ales hauria estat meu, no hauria escapat. Però així hauria deixat de ser ocell i jo… el que estimava era l’ocell»
Nuri»
Gràcies, Nuri, per compartir-ho amb nosaltres. Una abraçada.
Aquesta dona ens dóna una gran lliçó Míriam, gràcies a les dues per compartir-ho!!!