La teoria de la zebra

29.3.2011

Un día un amigo me ilustró con la Teoría de la Cebra. Más o menos explicaba el motivo por el que los hombres, en general, no oien nunca los bebés cuando se despiertan por la noche. A veces los bebés hacen sólo sonidos, reclamando contacto y alimento, pero otras lloran y hacen auténtico ruido pero ellos, los hombres, una gran mayoría, tampoco los oien. Mi amigo tenía una explicación y se sustentaba en esta teoría; el hombre es un cazador y como tal, tiene que salir a cazar, en este caso, la cebra. Sale temprano por la mañana, camina por la sabana horas y horas pasando calor bajo el sol, todo para encontrar una cebra, cazarla y llevarla a casa para alimentar mujer e hijo/s. El día que me contó esta teoría, aparte de reír mucho, le dije «qué morro tienes!«. Y entonces me dijo: «Piénsalo… Y si ese día sólo hay una PUTA ZEBRA en toda la sabana y yo, como he dormido poco y mal, cuando finalmente consigo verla, apunto y yerro el tiro? Si es sólo un día no pasa nada, pero como haya muchos días así, aparte de no poder comer ninguna cebra, me echarán del trabajo con una carta de despido! «

Con el tiempo, me he dado cuenta que mi amigo tenía toda la razón y que la Teoría de la Cebra existe y es más real de lo que nos puede parecer en un primer momento. Somos animales, eso no lo podemos negar, y las mujeres, en pleno puerperio, estamos absolutamente conectadas a ese bebé que casi sólo respirando, ya nos despierta y miramos que todo esté bien. Es naturaleza. Auténtica naturaleza que lucha por asegurar la supervivencia de la especie.

En este país, la mujer tiene 16 semanas de baja maternal. El hombre, en cambio, a los 15 días (¡esto si no es autónomo!), ya vuelve a trabajar. Y debe hacerlo, alguien tiene que trabajar y hacer un montón de cosas que la mujer, en estos momentos, recién parida, no podrá hacer. Pero a las mujeres a veces nos cuesta entender que él pueda hacer su vida como si «nada» hubiera pasado, mientras nosotras nos pasamos horas y horas en casa, con aquel bebé de sólo semanas que reclama y reclama y reclama. Cuando el hombre llega a casa, antes de decirle «hola«, le damos el bebé porque tenemos necesidad urgente de ir al baño (¡porque no lo hemos podido hacer en todo el día!), de ducharnos, hacer una llamada o simplemente, sentarnos un momento sin un bebé en brazos. Y más de una vez y más de dos, cuando la pareja se retrasa 10 minutos en llegar a casa le decimos: «¡Ya has vuelto a llegar tarde! ¡Ya está bien, te pasas tres pueblos!!!«, en vez de decir: «Tenía tantas ganas que llegaras… Estoy agotada y estos diez minutos de espera me han parecido eternos… ¿Me puedes abrazar un momento? ¡Lo necesito! «.

Y a ellos a veces les cuesta entender que les digamos frases del estilo «cuéntame algo del mundo exterior«. «Sólo he ido a trabajar«, dicen, cansados ​​de un día agotador. El primer tiempo de la crianza, la mujer está tan adentro, física y emocionalmente, que parece que todo lo que pasa fuera es de otra galaxia. Y el hombre está fuera, tiene que estarlo, y a veces, compaginar estos dos mundos «externo-interno», se hace difícil. Si estáis en esta etapa, tenéis que saber que con el tiempo, los dos mundos confluyen y que iréis aprendiendo el uno del otro, si hay empatía y ganas de ponernos en el lugar del otro.

Quiero dar valor a lo que hacen los hombres. Porque si están conectados al bebé, si le aman, si nos aman y participan de la crianza con conciencia y ganas, hacen un trabajo imprescindible y muy, muy importante. Van a trabajar… horas. Tienen mil cosas en la cabeza y además, nos añoran. Echan de menos pasar más horas con el bebé y con nosotras. Lamentan perderse cosas; la primera sonrisa, el descubrimiento de la mano derecha… Intentan darse prisa para llegar lo antes posible a casa y echarnos una mano. Poder estar con su hijo@, bañarlo, cuidarlo. Aunque estén agotados y aún tengan trabajo atrasado o sepan que tendrán que quedarse por la noche para hacer esto o lo otro. Perderán horas de sueño, como nosotras, pero quizás por otros motivos.

Por supuesto que doy valor a lo que hacemos las mujeres, por supuesto. Pero también a lo que hacen ellos; ¡consigan cazar o no a la famosa zebra!

PD: Evidentemente que hay muchos hombres que oien a sus hijos por la noche. Pero si eres de los que no, no te sientas culpable, ¡no quiere decir que no seas un BUEN PADRE!

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

3 comentarios

  1. Ostres…jo lamento haver despertat el Joan més d’una nit…em feia tanta ràbia quan dormia tan plàcidament i jo estava tan xunga!…pobre! ell tampoc podia fer-hi res!!! però jo estava fatal, i el necessitava…ara amb perspectiva puc entendre el que dius… Però si que he de dir que sort en vaig tenir d’ell aquests primers mesos on la lactància no funcionava… té una mena d’instint maternal, que el va dur a substituir-me moltes vegades, encara que sigui contranatura, però si: sort en va tenir el Quim de la part maternal del Joan, perquè la seva mare, durant un temps hi havia moments que hi era ben poc….VISCA ELS PAPES!!!

  2. Me alegra saber que es «un mal común», je, je. Curiosa la teoría de tu amigo, a mi marido le va encantar!! La verdad es que nunca me lo había planteado así. Yo también he pasado por la fase que describes, y poco a poco hemos ido «ajustando nuestros mundos». Me ha gustado que revalorices la figura del padre.

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