15.3.2012
Hay momentos en la vida que hay que callar. O que hay que hablar lo mínimo e imprescindible, y con el máximo respeto. Recuerdo cuando mi abuelo Antonio se estaba muriendo. Me pasé horas y horas dentro de su habitación de hospital y si algo no podía soportar era que dentro hubiera mucha gente y que se pusieran a hablar de cualquier cosa. Yo tenía la sensación de que aquel momento era especial y que teníamos que intentar que nada estorbara mi abuelo del camino que debía emprender. Aunque ya no abriera los ojos, aunque le pusieran morfina endovenosa, aunque ya no pudiera hablar ni mirar más… ese momento lo teníamos que respetar. Y para mí, hacerlo, era estar en silencio o hablar, pero con él. Decirle que estuviera tranquilo, que estábamos allí, acompañándole. Acariciarlo, decirle cuánto lo queríamos. Decirle que podía irse tranquilo, que todo estaba bien, que no se preocupara por nada y que continuara su camino.
Cuando, años después, entré en el quirófano a punto de que me hicieran una cesárea, las chicas que había dentro no dejaban de hablar de lo que habían hecho el fin de semana. Ni se dieron cuenta que yo lloraba y que era el momento más triste y duro de mi vida. Agradecí enormemente que me operara el ginecólogo más serio del hospital y que hiciera callar a todo el mundo cuando entró. Nadie decía nada, sólo los nombres del instrumental que necesitaban. Eso y «tienes una hija muy grande y guapa», cuando sacó a Laia de mi vientre. No le agradeceré nunca lo suficiente que hiciera callar aquellas chicas ajenas al dolor que tenían a dos pasos. No le agradeceré nunca lo suficiente que durante mi cesárea sólo se sintieran mis sollozos. No sé si habría soportado oírlos hablar del tiempo o del coche, que tenían que ir a recoger al mecánico.
Dos años y medio después de salir del quirófano asistí a un encuentro de mujeres que habían parido por cesárea organizada por «Apoyocesáreas» de El Parto es Nuestro y me di cuenta que lo que había vivido yo no era nada habitual. En la mayoría de quirófanos donde habían estado el resto de mujeres se hablaba de fútbol, de la familia, de problemas de trabajo, de guardias, o de lo que harían esa noche. Entiendo que el personal médico está acostumbrado a hacer intervenciones, que para ellos es simplemente, una más. Entiendo que están en el trabajo y quieren hablar con los compañeros pero lo siento, cuando está naciendo una criatura, silencio por favor. Cuando se está produciendo uno de los momentos más importantes de aquel bebé (sin duda), de la madre y del padre (aunque no esté dentro) debe haber el máximo respeto posible. Es un momento importantísimo. Hay que estar presentes, atentos y callados. Decir lo mínimo imprescindibe, igual que cuando mi abuelo estaba a punto de morir. El fútbol, la fiesta de cumpleaños y la última anécdota pueden esperar a la hora de comer, a un descanso durante la guardia, o a un encuentro en medio del pasillo. Pero en el quirófano los profesionales tendrían que estar callados y hablar sólo de lo que corresponde. Con esto no tengo matices y soy absolutamente tajante. Cada vez que una mujer me dice que en el nacimiento de su hijo (también en un parto vaginal) se habla de tonterías, me indigno. Por la falta de respeto hacia el bebé, la madre y el padre, hacia la nueva familia que en aquellos momentos está naciendo. Pero sobre todo, porque que hagan esto quiere decir que no hay conciencia de la importancia y trascendencia de aquel instante y eso es mucho más grave.
Un ginecólogo no es un dependiente de un gran hipermercado que puede estar hablando de la cena del día anterior con su compañero mientras coloca yogures en la estantería. Un ginecólogo y todo el equipo médico que lo acompaña tratan con personas; con mujeres que están viviendo un momento intenso y a veces durísimo y que, quién sabe si tardarán mucho tiempo en digerir… Pero también están tratando con bebés que llegan a la vida, que respiran por primera vez, que ven a sus padres por primera vez, que aparecen en un mundo que ya no es húmedo, ni tiene una temperatura constante y donde de repente, notan todo su peso y gravedad. Es su responsabilidad, la de los ginecólogos, enfermeras, asistentes y comadronas que lo primero que oiga este bebé en llegar a nuestro mundo no sea: «¿viste los goles de ayer de Messi?».
11 respuestas
Coincido plenamente. Gracias a Dios y a pesar de que durante mi cesárea habían presentes doce personas ajenas a la familia, no se hicieron comentarios banales, estuvieron todos muy concentrados y atentos y se ocuparon de transmitirnos tranquilidad. Creo que la tensión de estar recibiendo a tres bebés a la vez hizo que todos pusieran un cuidado, que como dices, no suele ser lo habitual.
Hola, guapa. Gracias por comentar tu experiencia. Sin duda tu parto no era como los otros. Celebro que hubiera silencio.
Besos.
Totalmente de acuerdo.
Recuerdo cuando llegué al hospital en mi primer parto, habia roto aguas y estaba muy nerviosa, las mujeres que m eatendieron hablaban entre ellas mientras me señalaban sin mirarme, el potro para que me subiera y comentaban algo sobre una planta que otra, a la que no apreciaban nada, habia traido para la sala….solo se dirigieron a mi para regañarme por que aun chorreaba liquido amniotico y no habia sacado la vacinilla (que no sabia que existia) que estaba adosada al potro….
Recuerdo la sala de reanimación, donde desperté llena de cables y tubos, rodeada de personas enfermas y desnudas como yo y en el centro, todo el equipo riendose y hablando en tono elevado mientras comian churros!!
Por mas que su trabajo sea habitual para ellos, jamás lo será para mi y es con mi cuerpo y persona con la uqe estan tratando y por ello me sumo y digo:SILENCIO POR FAVOR.
Un abrazo.
Myriam, veo que me he quedado corta… ¿churros? Estoy alucinando… Y de que te hablaran sólo para regañarte… son cosas que no comprendo. Por suerte, hay muy buenos profesionales empáticos, que están atentos a lo que está sucediendo con respeto e incluso amor. Pero sí que es verdad que en muchos casos, el respeto hacia ese momento único es nulo. Una lástima, la verdad.
Gracias por contar tu experiencia!
Besos.
Doncs jo també vaig tenir sort.
La persona que més recordo de la cesària va ser l’anestesista, perquè era la persona que em donava més tranquil·litat. Era al meu costat, em donava la mà, i quan li vaig dir que tremolava em va agafar de la mà i em va dir que era normal, que tot anava bé… amb molta suavitat em van avisar que aviat veuria a l’Estel i tres minuts després em van dir que l’ona tenia pressa per veure’m i que ja sortia. Recordo que els metges estaven molt concentrats i després també em van explicar que m’havien tret un mioma.
Ostres noia, no sé com m’hagués posat si arriben a estar xafardejant qui havia fet què la nit anterior a ‘Gran hermano’! 🙁
El moment del post-operatori ja no el recordo tant ‘fantàstic’: llarg, horrorós, sola i només amb ganes de veure el Jordi i les meves petites…
Hola, Núria…
Que bé que no mengessin xurros com ha explicat la Myriam… En aquests moments, el silenci, el respecte més absolut, és d’agrair.
Una abraçada.
Conmigo no hablaron entre ellos, una de las cosas que me gustó es que hablaron conmigo, me preguntaron cosas, me animaron a empujar, …
A veces también está bien que, en los momentos de descanso, te hablen y te distraigan un poco, para que no te «ralles» y te obsesiones. A mí me parece que hablarte y apoyarte mientras haces algo tan importante para tí, está bien. A mí me ayudó, a ganar confianza, a «estar ahí».
Yo entiendo que los cirujanos hablen si el paciente está dormido (porque lo he vivido, muchas cirugías son largas, te aburres, hay muchas cosas repetitivas, es normal) pero si el paciente está despierto, está consciente, me parece que hay que tratarlo como persona, e incluirlo un poquito, explicar lo que se va a hacer, tranquilizarle, decirle que todo va bien, esas cosas. Vamos, humanizarlo, y no convertirlo en un objeto que está encima de la mesa.
Totalmente de acuerdo. Una cosa es que hablen contigo y sobre lo que está ocurriendo y otra muy distinta que hablen de cosas que no tienen nada que ver. Animar, apoyar, explicar lo que está ocurriendo es de gran ayuda.
Un beso.
Gràcies per explicar-nos aquesta història. Crec que a vegades també es trenca el silenci per que la gent no sap que dir i llavors parla de tonteries…A vegades les persones no estan preparares per estar presents en moments de dolor i no saben sostenir la tristesa de l’altre…així que la despisten invocant els gols de Messi. Jo ho vaig viure quan vaig tenir un abort, en canvi en el part vaig tenir molta sort i el silenci va ser màgic!(bé,..jo vaig cridar una mica …)
Hola, Glòria.
Exacte, no ho podies dir millor. Acompanyar el dolor dels altres és molt difícil i estar present en moments importants, també. Tot sovint es recorre a dir tonteries, a trencar el silenci perquè la resta… incomoda. Quina pena que no es pogués respectar el moment tristíssim que devia ser patir un avortament…
Tan de bo que de mica en mica aquestes coses vagin canviant. Una abraçada.
Totalment d’acord, SILENCI SI US PLAU!
Tot i que jo vaig tenir sort al meu primer part, on només hi érem el meu marit i jo, la ginecòloga i la comadrona, i gairebé no va parlar ningú.
Espero que el meu segon part sigui també silenciós, en aquest aspecte, i respectuós, i si no ho és, ser capaç de demanar «Silenci, si us plau!»